Necrológica

La sanidad pública malagueña se queda huérfana sin Fali

Rafael González Delgado "era simplemente un hombre bueno", recuerdan sus compañeros en la lucha sindical, que lloran su ausencia

Fali, en una de sus escapadas.

Fali, en una de sus escapadas. / L. O.

El viernes 13 de enero fallecía en Málaga el doctor Rafael González Delgado, Fali, uno de los defensores de la sanidad pública malagueña. Hijo de José y de Remedios, se crió en el Llano de la Trinidad, donde su padre tenía una cafetería. Periodista frustrado -el negocio no daba para pagar los estudios en Madrid- estudió Medicina en la UMA: fue el primero de su barrio en acceder a la universidad. Especializado en Medicina de Familia, fue rotando por varios ambulatorios antes de conseguir plaza en el centro de salud de Puerto de la Torre y después en Rincón.

Estando en el ambulatorio de Palma-Palmilla, el entonces secretario de Sanidad de CCOO, Pepe Ramírez, le propuso llevar la defensa de la Atención Primaria en el distrito Málaga. Ahí nació una amistad que el tiempo y la distancia no borrarán nunca.

«Era simplemente un hombre bueno», recuerdan sus compañeros en la lucha sindical, que hoy lloran su ausencia. Todos destacan los minuciosos informes que elaboraba sobre la falta de recursos en la provincia de Málaga, con multitud de datos contextualizados. Y es que aparte de Medicina, Fali estudió Sociología y Antropología, lo que le daba un plus a sus informes que se rifaban los compañeros de otras provincias, a los que acompañaba siempre que se lo pedían.

Su vocación frustrada le desarmaba a requerimiento de los periodistas, a los que siempre atendía con amabilidad y soltura ya fuera prensa escrita, radio o televisión. «Pepe no me cuentes secretos que luego lo cuento todo», decía.

Trabajo en CCOO

Relevó a Pepe Ramírez al frente del sindicato de Sanidad de CCOO desde 2008 hasta 2021, el máximo que marcan los estatutos. Fali defendió como pocos los recursos de la sanidad pública malagueña, las condiciones laborales del personal sanitario y no sanitario de los centros de salud, los hospitales y los puntos de urgencia de la provincia. Fue uno de los impulsores del tercer hospital para Málaga, del Chare de Benalmádena, del Hospital de Ronda y del Hospital del Valle del Guadalhorce, de cuyas urgencias fue el primer paciente. En el acto de inauguración, comenzó a encontrarse mal. Sus compañeros lo metieron en urgencias. Allí le diagnosticaron hipertensión.

Republicano convencido, Fali hacía cada año una de las etapas de la ‘Desbandá’ por la carretera de Almería, junto a su inseparable Pepe Ramírez, con quien había planeado hacer el camino completo cuando ambos llegaran a la jubilación. Tampoco podrá acompañarle ya, como cada año, a exhumar cuerpos de víctimas la Guerra Civil en el cementerio de San Rafael, como hacían una vez al año, junto a la Asociación de Memoria Histórica de Málaga.

No faltaba a ninguna manifestación. En las primeras convocatorias del 25N, en las que apenas participaban hombres, allí estaba él, pancarta en mano. Sus compañeros de CCOO no le olvidan. Como tampoco sus amigos del Club Aliquindoi con los que salía a nadar en aguas abiertas, otra de sus pasiones.

Madridista acérrimo

Lector empedernido, madridista acérrimo, tenía un póster del club merengue en su despacho. «Cuando perdía el Madrid sabíamos que al día siguiente no venía por el sindicato -cuentan sus compañeros- pero, si ganaba, buscaba a sus compañeros del Barça para echar unas risas».

Porque Fali disfrutaba y sonreía a la vida, tanto que recargaba de vitaminas a cuantos le rodeaban. «Siempre estaba de buen humor, era puro optimismo en todo momento. Si te tenía que decir algo fuerte te lo decía, pero lo hacía de una forma que era imposible enfadarse con él». Sus compañeros le rindieron homenaje en octubre, antes de que la maldita enfermedad neurológica que le diagnosticaron en abril le robara los recuerdos.

Quienes le conocieron no le olvidarán nunca; tampoco sus hijos, Carmen y Fali, que han seguido sus pasos en el mundo sanitario y a los que adoraba; ni Trini, con quien hace unos meses formó una nueva familia y que le ha cuidado con desvelo y sin reservas todos los días y todas las noches hasta su último aliento; ni su madre, para la que no hay consuelo. Como le gustaba cantar, Fali descansa ya para siempre en la ladera de un monte más alto que el horizonte donde tiene buena vista del mar que tantas veces abrazó y en el que deja un vacío azul e inmenso.