Crónicas de la ciudad

La antigua calle Paraíso entra de lleno en el Purgatorio

La calle Poeta Luque Gutiérrez, entre el Cervantes y Lagunillas, fue en siglos pasados la calle Paraíso. Hoy es un purgatorio terrenal

Calle Poeta Luque Gutiérrez, antigua calle Paraíso

Calle Poeta Luque Gutiérrez, antigua calle Paraíso / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Hace dos años, en febrero de 2021, esta sección se dio una vuelta por una calle situada entre Lagunillas y el Teatro Cervantes, que en siglos pasados tuvo un curioso y celestial nombre: en el siglo XVIII se llamaba calle El Paraíso y ya en el XIX, fruto de un tic administrativo muy español que continúa en nuestros días, perdió el artículo y se quedó en calle Paraíso.

En el siglo XX, sin embargo, quizás le chocara a nuestros cargos públicos el marcado contraste entre el nombre que ostentaba y la modesta realidad, nada paradisíaca, el caso es que el Paraíso se fue a hacer gárgaras y en su lugar la vía tomó el nombre de calle Poeta Luque Gutiérrez.

Hace referencia al poeta malagueño Vicente Luque, fallecido en 1928, una de esas fugaces glorias literarias que como muchos otros paisanos, tuvieron algunas tardes de gloria en el Teatro Cervantes con sus dramas y juguetes cómicos, un mundillo artístico que aspiraba a triunfar en Madrid, excelentemente retratado en la reciente novela ‘Los olvidados’, de Lola Clavero.

En realidad, esta calle hace tiempo que se alejó del Paraíso para entrar en el Purgatorio de la realidad: Al menos desde 1999 la esquina de esta poética calle con Cobertizo del Conde luce un solar que ningún plan estratégico ni «puesta en valor» ha podido erradicar.

Vista de un veterano solar desde una casa de la calle.

Vista de un veterano solar desde una casa de la calle. / A.V.

Y claro, lo malo se contagia y la otra esquina, una antigua casa encalada con balcones preñados, posible evidencia de que se levantó en el XVIII, también mordió el polvo.

De resultas, el letrero de la calle, las clásicas piezas de cerámica verde y blanca que se colocaron a partir de 1939, también se fueron a hacer gárgaras y hoy el nombre de la calle luce, a la fuerza, en la casa siguiente, ya calle adentro.

Lo más llamativo de la vía es el poyete hexagonal que monta guardia en mitad de la calzada, a la entrada de la vía y que deja paso a lo que queda de un modesto suelo empedrado.

Se trata de una calle sin salida que no da ni para una carrerita y que se ha ido degradando hasta la situación de decrepitud actual, con un par de casas habitables, unidas por cables y trozos de tela para colgar la ropa.

El final de la calle.

El final de la calle. / A.V.

La basura casi nunca falta en la calle del poeta, en la que las musas sólo asoman al final del todo, pues al faltar de su domicilio la casa que cerraba la vía, se aprecian los pinos del parquecito que hay detrás, los de la plaza Miguel de los Reyes. En las alturas también parece pedir clemencia una higuera seca y hay una pintada con una puño cerrado y el lema ‘Lucha Málaga’. Mucho tendrá que luchar esta calle para volver al paraíso terrenal. 

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