Entrevista | Eduard Fernández Actor

"Es lo más difícil que he hecho nunca encima de un escenario"

El intérprete se subirá el viernes a las tablas del Teatro del Soho-CaixaBank con 'Todas las canciones de amor', un monólogo en el que encarna a su propia madre

Eduard Fernández en plena función de 'Todas las canciones de amor'

Eduard Fernández en plena función de 'Todas las canciones de amor' / La Opinión

Rubén Román

Eduard Fernández no pudo despedirse de su madre en plena pandemia: él vivía en Madrid, ella en Barcelona. Ahora, casi tres años después, el actor intenta homenajear su memoria con 'Todas las canciones de amor', un monólogo escrito por el argentino Santiago Loza. En la obra, que llega al Teatro del Soho-CaixaBank el viernes, Fernández encarna a una anciana mujer en la que ha plasmado rasgos de su propia madre.

¿Recuerda cuando se topó con el texto de Santiago Loza?

Yo quería hacer un monólogo, estaba en Buenos Aires con un amigo y fuimos a ver uno que me encantó, 'Mar de noche' se llamaba, que era de Santiago Loza. Después fui a ver otro monólogo de Santiago y me encantó también. De ahí me compré el libro de Santiago, el primer monólogo se llamaba 'Todas las canciones de amor' y al cabo de poco tiempo murió mi madre. Era una mujer que hablaba mucho de su hijo y de su vida y me apeteció hacerle este homenaje; a mi madre y a todas las madres que dieron su vida por su familia y sus hijos, me apetecía subirme al escenario y hacer esta celebración.

En ese homenaje, ¿qué ha aprendido de su madre?

No lo sé, la verdad. La he vivido, la he encarnado... Las mujeres tienen otra manera de sentir o de expresarse. Hago de mujer en el escenario, de hecho un periodista me decía: "¿Qué necesidad tenías, Eduard, de meterte en ésta con lo bien que te va? ¿Salir al escenario con una peluca y un camisón y hacer de mujer?". Pues alguna necesidad tenía, la de vivirla cada día, ver la reacción del público... El otro día un hombre en Valencia, salió muy emocionado de la función y me dijo: "Yo es que soy muy parco, me cuesta mucho decir cosas, pero voy a llamar a mi madre después de ver esto porque le quiero decir que la quiero". Sólo por algo así ya es muy hermoso, merece la pena.

Aparte de esa conexión con su madre a través del público y de hacerle llegar ese homenaje, ¿ha aprendido algo de usted mismo encarnándola?

He aprendido que puedo hacer teatro, que puedo hacer monólogo, que es hermoso hacerlo. Cómo se han sacrificado esas mujeres, cómo sienten, la relación tan estrecha que tenía yo con mi madre y, nada, compartirla con el público y ver cómo en todos los lugares es muy parecida la reacción. Todos tenemos una madre, ya nos falte o aún esté viva, todos somos hijos o hijas. Es muy emotivo poder hacerlo, es muy exigente, es lo más difícil que he hecho nunca encima de un escenario y cada día antes de salir digo: "¡Ostras, que ahora tengo que hacer todo esto!". Luego al terminar, la reacción del público te lo compensa todo.

¿En qué aspectos es más complicado que en cualquier otro papel en el que haya estado metido?

Porque estoy solo en escena, es un monólogo y, por otro lado, porque no hay donde asirse más que algo muy emocional, muy interior, es un texto muy poético, algo literario. La gente me decía: "¿Estás seguro? Y yo que sí que sí que sí, hay que transitarlo porque esto puede volar, puede coger altura. Y creo que ha sido así, creo que el público lo recibe y que por eso hay que estar cada día al cien por cien en el escenario, no puedo hacer algo guardándome nada nunca

¿De dónde sale ese impulso de hacer un monólogo?

Pues no lo sé, de muchos años de estar haciendo teatro, poco a poco a uno le apetece hacer una cosa u otra. Ahora tengo el privilegio de poder hacer lo que me dé la gana y de que Andrés [Lima, director de la obra] me haya acompañado, me haya guiado, me haya dirigido con todo su equipo, que son muy buenos. Que me hayan dejado poner en escena esa cocina [la función se desarrolla íntegramente en una cocina], muy particular, ya lo veréis, que se va deshaciendo poco a poco.

‘Todas las canciones de amor’ es una obra con detalles tan íntimos y con un peso tan directo que es relativamente fácil caer en la pornografía emocional, en el puñetazo directo al corazón. ¿Ha sido fácil de driblar ese aspecto?

Yo tenía claro cómo quería hacerlo, dentro de una gran emocionalidad me gusta también amarrar. Nadie llora porque quiere, siempre uno llora a pesar de uno; entonces, el entregarse, el regalarse con una emoción excesiva nunca me ha gustado cuando lo he visto. Por eso, todo es dentro de una gran emocionalidad muy amarrada y sin caer en lo fácil. Ése era el reto.

¿Cómo se prepara uno para hacer de su propia madre?

Pues ensayando, ensayando y ensayando, es lo que tiene el teatro, que gracias a Dios es distinto al cine; aquí ensayas mucho: pasas por el texto una vez y otra y otra, vas transitando por las palabras a base de decirlas mil veces. Y cuantas más funciones hay, más hecho está el espectáculo, más enjundia coge. Éste ha cambiado mucho desde el estreno hasta hoy; en realidad, no ha cambiado nada pero ha cambiado, porque el teatro está siempre vivo.

¿En qué matices reconoce a su madre en sí mismo cuando está en el escenario?

En cómo actúo, cómo se mueve, en cómo habla... Mi madre era muy buena gente, muy precisa, muy justa. No le gustaba tampoco la emocionalidad excesiva. No soy quien para decirlo, pero mis hermanos me dijeron que sí, que hay momentos en los que soy la mamá y no hay mejor piropo que ése.

Imagino que su hija Greta también ha visto la obra, ¿qué te ha dicho de la interpretación de su abuela?

Le ha gustado mucho, le ha emocionado mucho, le han gustado las canciones que hay. Para la familia es muy emotivo y difícil de ver, hay un ingrediente más. Aunque el otro día me preguntaba alguien del público: “Oye, ¿de qué conocías tú a mi madre? Era exactamente así”.

Llegado el momento, ¿le gustaría que Greta hiciera algo parecido con usted?

No, no, no... Que Greta haga lo que le de la gana en su vida, no tiene por qué hacer nada de esto.

Siendo el primer monólogo al que se enfrenta, ¿le tenía más miedo o ganas?

Tanto miedo como ganas, estaban en proporción y eran muy elevados los dos, mucho miedo y muchas ganas. Una cosa compensaba la otra porque realmente antes de estrenar tenía un terror acojonante.

En alguna entrevista ha comentado que un ejercicio como este monólogo es “radical, aunque no es un texto político ni de izquierdas”, ¿en qué sentido lo dice?

¡Qué tontería! Ese día tuve un mal día, desde luego, porque dije una tontería, desde luego. Es un texto radical en cuanto lo que hemos hablado ya, en que es un texto a una madre, a toda una vida.

No pudo despedirse de su madre porque ella residía en Barcelona y usted en Madrid en plena época del Covid. Ahora, con esta función con la que pretende despedirse de ella, tampoco lo puede hacer en casa: sólo tiene una fecha en Cataluña. ¿A qué lo achaca?

No tengo la menor idea, no me han dicho ni siquiera por qué no, pero no será porque no tenga calidad, por lo que dice la gente. Ni será porque no sale a cuenta porque los teatros están llenos, así que será por otra cosa, nadie me ha dicho por qué. Hay que decir que es en castellano, lo cual influye definitivamente. No sé por qué, en todo caso me duele que sea así.

Siendo un actor de tanto recorrido y de tanto peso y encima siendo catalán, me extraña.

A mí no tanto.

El Teatro del Soho-CaixaBank no es un teatro cualquiera, es el teatro de Antonio Banderas.

Me hizo mucha ilusión que Antonio y su equipo nos dieran la oportunidad de hacerlo en Málaga. No sé si estará él o no, a lo mejor está dando vueltas por ahí, pero me hace mucha ilusión. Como siempre, tendré el mismo vértigo y ninguna seguridad de que vaya bien, pero ahí estaré dándolo todo.

¿Qué le diría a las personas que van a ir a verle este viernes?

Que me miren con cariño.

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