Crónicas de la ciudad

El atentado paisajístico, desde el Asilo de los Ángeles

Gracias a la sapiencia de nuestros cargos públicos, los malagueños ya contamos con dos convidados de hormigón de los que disfrutar los próximos siglos

Vista de Málaga desde el Asilo de los Ángeles, este mes.

Vista de Málaga desde el Asilo de los Ángeles, este mes. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

La famosa vista de Málaga de Anton van den Wyngaerde de 1564 presenta una ciudad en la que aparecen señalados elementos que hoy sólo pertenecen a la memoria histórica como los conventos de Santa Clara y San Francisco o el de la Merced, además del desaparecido frontal de murallas con todo lujo de detalles. 

Para su famoso dibujo panorámico, sin duda que en alguna ocasión el gran dibujante -quien de vivir hoy habría lamentado el 5-0 del Barça al Amberes, el equipo de su ciudad natal- tuvo que salir a la Bahía y hacer algunos apuntes desde el mar.

Vista de Málaga por Anton van den Wyngaerde en 1564.

Vista de Málaga por Anton van den Wyngaerde, 1564. / L.O.

Tierra adentro, por contra, se fue el inglés Francis Carter a finales del XVIII. Aunque Carter no era un maestro del dibujo, dejó en el imaginario de los malagueños otra vista apaisada muy famosa, la que tomó desde el hoy Asilo de los Ángeles, una vista que luego otros artistas han reproducido en siglos sucesivos en grabados y fotografías. 

Con las lógicas salvedades del desarrollo de Málaga a lo largo de tanto tiempo, los elementos principales de la ciudad se habían salvado hasta la fecha de elementos disruptivos del paisaje y eso pese a lo que ha llovido (en sentido de paso del tiempo y no climático).

Vista de Málaga desde el Cerro de los Ángeles a finales del XVIII, por el viajero inglés Francis Carter

Vista de Málaga desde el Cerro de los Ángeles a finales del XVIII, por el viajero inglés Francis Carter / La Opinión

Desde tan estupenda atalaya se podía admirar en la lejanía el perfil del Monte San Antón, el Monte de San Cristóbal (también llamado Monte Victoria o de las Tres Letras), el Monte Calvario, Gibralfaro y la Alcazaba, la Bahía... y con gran dosis de optimismo, hasta Francis Carter dibujó una Catedral finalizada, con dos torres, aunque no le plantara tejado. 

En cualquier caso, después de tantos siglos la vista estaba incompleta y los malagueños no habíamos caído en ello. Afortunadamente, nuestros cargos públicos, transformados en arquitectos-urbanistas por impregnación divina y con una solvencia que ya la hubiera querido Le Corbusier, entendieron, pensando siempre en el bien común, que a Málaga le faltaba algo.

No le bastaba con Gibralfaro, la Catedral, la Alcazaba, el Teatro Romano, la Aduana o la Farola. En el paisaje urbano hacía falta un hito de verdad, un referente, un icono, con todo respeto para los ‘monumentillos’ del pasado. Y para redoblar la apuesta, los simpares políticos de los que disfrutamos volcaron toda su sapiencia y regalaron para los próximos siglos un ‘doble icono referencial’, un ‘hito a dos bandas’ que ustedes pueden disfrutar ya en esta foto. 

Eso sí, cuando Málaga deje de estar de moda y despertemos del sueño dorado, descubriremos que los dos dinosaurios -las Torres de Martiricos- todavía estarán allí. Jorobando las vistas.  

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