Memorias de Málaga

Malagueños y estampillados

Quienes por razones laborales o no planeen vivir en Málaga y sean de fuera, deberán acostumbrarse a palabras y expresiones de nuestro rico vocabulario popular para no perderse en mitad de la ciudad

Un grupo de turistas transita por la céntrica calle Alcazabilla.

Un grupo de turistas transita por la céntrica calle Alcazabilla. / Fran Extremera

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Mientras los malagueños se van a Irlanda e Inglaterra a aprender inglés, porque si no saben inglés no pueden acceder a ningún trabajo ‘afollancao’ (asegurado en el lugar), yo, como ‘másmenos’ del malagueñismo que está en fase debilitadora (como dicen algunos economistas), me convierto en adalid de nuestra lengua.

El malagueño, que no aspira a ser lengua vehicular como otras que exigen que se hable en el Parlamento español y en la Comunidad Europea (ahora Unión Europea), es rico en palabras y expresiones que desde mi modesta atalaya defiendo a machamartillo.

Me he erigido en ‘másmenos’; menos ostentoso que ‘másmejó’ (superior, excelente, el no va más). ‘Másmenos’ es algo menos que más, un poco, una ‘chispiritilla’.

Como la capital y ciudades y pueblos cercanos crecen de forma quizá preocupante porque estamos ‘achuchaíllos’, muchos de los que se incorporan al censo.

Guiris en la Feria de Málaga.

Guiris en la Feria de Málaga. / Jesús Domínguez

También hay que incluir a los jabalíes que merodean por algunas parcelas de nuestra geografía, buscan alojamiento en Cártama, Alhaurín de la Torre, Rincón de la Victoria y tal vez en los próximos años en Totalán, Olías, Iznate, Cajiz, Salto del Negro y otras aldeas de nuestra rica provincia poco conocida incluso por los malacitanos.

Averiado

Los que por razones laborales o profesionales, o porque quieren vivir en Málaga lo que les queda de vida, que eran conocidos hace muchos años como ‘exportistas’ o ‘forastas’ (apócope de forasteros) y ahora son ‘guiris’, como los foráneos, en sus hogares tienen electrodomésticos a porrillo, como lavadoras, frigoríficos, congeladores, microondas, batidoras, freidoras, televisores, maquinillas de afeitar, extractores… y mucho más. Lo normal es que se averíen, dejen de funcionar, se rompan.

Los malagueños, por costumbre, acudimos a nuestro vocabulario para calificar el estropicio y no decimos que el aire acondicionado se ha averiado; decimos se ha ‘escacharrao’ y otros sinónimos para andar por casa, como ‘cachifundío’, ‘chonío’, ‘esparrobao’, ‘escoñao’ o ‘ejeñarse’, sin olvidar ‘escalichao’… y veinte o treinta vocablos más, incluido ‘rompido’, que es como los niños que todavía no han ido a la escuela de forma natural dicen rompido en lugar de roto.

La Real Academia Española, fiel a su lema de «limpiar, fijar y dar esplendor» al español o castellano, ha decidido dar por correcto decir o escribir rompido, aunque sugiere que es mejor utilizar roto.

Total, que con freído y rompido vamos recuperando la forma natural de conjugar los verbos irregulares.

Para ayudar a los malagueños ‘estampillados’ (1) o sea, los que se han incorporado a una de las ciudades consideradas como una de las mejores del mundo donde vivir (la calle Larios compite, en fama, con la Quinta Avenida neoyorkina), apunto algunas cosillas para que se vayan acostumbrando a asimilar palabras y frases de nuestra habla particular.

Pasajeros en el aeropuerto de Málaga.

Pasajeros en el aeropuerto de Málaga. / Gregorio Marrero

Los nuevos malagueños tienen que acostumbrase a oír palabras y expresiones como «le ha dado un avenate» (un arrebato de locura), acoquinar (pagar), bajío (mala suerte), cambalache (cambio), chambao (una choza o sombrajo), engurruñío (avaro, encogido), indersión (inyección), jumera (borrachera), machoperico (mujer con ademanes masculinos), mantenía (amante), maquearse (arreglarse), manguleta (ladronzuelo), manúo (bruto), penurrias (agobio), trincar (coger), tunela (tuno, aprovechado), valvulina (gratis), bollao (sin dinero), mitra (bofetón - nada que ver el Papa), tirria (envidia) y canguelo (miedo).

Por respeto

Por respeto a los lectores omito las palabras con doble sentido o malsonantes relacionadas con los órganos sexuales masculinos y femeninos. Aunque muchas se recogen en los diccionarios y vocabularios, estimo que no ha lugar en este artículo citarlas. Las oirán con más o menos frecuencia en el quehacer diario. La nómina de esas palabras y frases no cabría en un capítulo de las Memorias de Málaga.

La misma cautela observo con locuciones para calificar las tendencias sexuales de personas de uno y otro sexo y otras voces de uso común. Una palabra del inglés -gay- lo abarca todo.

Igual sucede con el calificativo a los hombres que alternan con varias mujeres: se les tilda de mujeriegos. Para la versión femenina, las palabras al uso son bastante despectivas, y las obvio en este artículo.

(1) Estampillado: Durante la Guerra Civil 1936-1939, muchos jóvenes que no habían cursado la carrera militar accedieron a ocupar cargos superiores a su formación.

A los no nacidos en Málaga, pero que se han vinculado a nuestra ciudad, se les puede considerar malagueños estampillados, un reconocimiento a su decisión de trabajar y vivir en Málaga.

A los estampillados, oficialmente, se les consideraban sargentos y alféreces provisionales.