Memorias de Málaga

Expresiones malagueñas: vete a freír espárragos

En Málaga capital y provincia abundan las frases hechas de las que hay ejemplos para todos los gustos, algunas de ellas, recogidas por Juan Cepas en sus libros, resisten el paso del tiempo aunque vuelvan locos a los extranjeros

Planta de envasado de espárragos en Antequera, en una foto de archivo.

Planta de envasado de espárragos en Antequera, en una foto de archivo. / L. O.

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Yo soy más de oír o escuchar que de hablar. Acordándome de una manera muy particular de Málaga en los usos de los verbos oír y escuchar, agrego ‘sentir’, porque hay personas que prefieren el uso de este verbo para algunas ocasiones. Es frecuente usar el verbo sentir para, de forma disimulaba, saber lo que chamulle una pareja que habla en voz baja.

La expresión o frase de «¡Vete a freír espárragos!» está muy extendida y no irrita al que va dedicada, sobre todo porque hay otra muy expeditiva y de uso internacional, «¡Vete a la mierda!». Y otra más contundente, «¡Vete a la mierda en bote!» Los franceses son muy dados en su lenguaje recurrir, con perdón, a la mierda. Lo de los espárragos es más discreto, aunque no se especifique sin son espárragos silvestres o de cultivo. Los silvestres, sobre todo los que venían de Melilla y se vendían en un santiamén en los alrededores de la puerta principal del Puerto, eran los buenos, con más sabor.

Frases para todos los gustos

En nuestra lengua, y en nuestra habla malagueña, hay frases que no pasan de moda y a las que se recurre de forma espontánea y que enloquecen a los extranjeros que quieren estudiar el español. Muchas veces se quedan in albis porque no entienden eso de los espárragos, o el «es más fresca que una lechuga» que se emplea para calificar a una joven desenvuelta y «sin pelos en la lengua».

En tiempos del hambre surgió una frase que para la gente de hoy no tiene la fuerza de entonces. Como el pan estaba racionado y el ciudadano tenía que conformarse, una vez al día, con una pieza de pocos gramos, la carencia del alimento número uno, dio lugar a un dicho muy extendido en los citados años: «Es más largo que un día sin pan». En Málaga, para calificar una tontorrona, recurrimos a una frase que recojo tal como se pronuncia: «Es más tonta que una pella jigos». Otra frase hecha es «De eso sé yo más que nadie», una afirmación de los que presumen de saber de todo, ya sea de política, de la emigración, del paro y de la guerra de Ucrania. Estos individuos sí son a los que le viene bien lo de «¡vete a la mierda!»

vete a freír espárragos

Mercado de Atarazanas. / Álex Zea

Para calificar en Málaga a las familias pudientes con residencia en La Caleta, Limonar, Miramar… y otras zonas y urbanizaciones de cierto rango o poderío, se utilizó mucho el calificativo de «gente de pan y manteca», porque se suponía que el pan no lo tomaban solo, seco sino con manteca o mantequilla venida de Holanda y Suiza. Los no pudientes lo tomaban con ‘manteca colorá’.

La lista es larga. He aquí algunas: «más pesado que una vaca en brazos» (un pelmazo de tomo y lomo), «sordo como una tapia» (no necesita aclaración), «en misa y repicando» (no se pueden hacer dos cosas al mismo tiempo), «más callao que en misa» (referido al que está callado en una reunión), «de higos a brevas» (espacio muy largo), «está chupao» (cuando se trata de un asunto que se puede resolver sin dificultad), «más desgraciado que el Pupa» (personaje desconocido al que todo le va mal), «es un bullilla» (es una versión malagueña de bulla, ruido, mucha gente…), que se aplica a los atolondrados, a los que están siempre corriendo de un lado para otro, «me quedé con las patas colgando» (sorprendido por algún suceso imprevisto)…

vete a freír espárragos

Vista de Casabermeja. / L. O.

Malagueño puro (recogido por Juan Cepas en sus libros) es «El hijopuchi, pues no está sacuío» (dedicada a los frescales), «el chavó de la cová» (frase dedicada a alguien que ha pretendido engañar a otro o se ha extralimitado en alguna acción), «para que te vayas con los sordaos» (para escarmentar a alguien que se ha pasado de rosca), «y aluego, na, too viruta» (frase socorrida para descalificar algo que se antojaba importante)… Y se siguen utilizando frases como «no es moco de pavo», «Antoñito, huevo frito, tortilla de bacalao», «tus muertos a caballo»...

Barrio

En Málaga, la palabra barrio tiene un significado muy concreto; se utiliza casi siempre en un sentido despectivo. Si uno quiere herir a otro u otra le endilga «es de barrio», o sea, que es persona de poca categoría, casi un paria.

Es una mala costumbre que no tiene relación alguna con la formación, educación, categoría, rango… En Madrid, por citar un ejemplo, en el barrio de Salamanca reside la ‘creme de la creme’. Claro que, en Madrid precisamente Televisión Española eligió y mantiene en el tiempo, un espacio denominado Cine de Barrio, dando a entender que las películas elegidas son las que gustan a los residentes de los barrios… menos elegantes. Otra cosa es ser un barriobajero.

En Málaga, por ejemplo, cuando una persona de uno u otro sexo comete un delito, roba, asalta…, en seguida, y de una forma irresponsable, se la tilda «es que es de La Palmilla». En este barrio, como en otros de la ciudad, habitan indeseables, pero a nadie se le ocurre justificar el delito diciendo, por ejemplo, porque es de Pedregalejo, de Ciudad Jardín o de cualquier otro sector de la capital. Ladronzuelos, estafadores, traficantes y explotadores los hay donde uno no tiene ni la menor idea.

Más Málaga

Como iniciaba el capítulo de hoy, soy persona que gusta ‘sentir’ (oír) lo que dicen las personas que me rodean, ya sea en la calle, en una cafetería, en un mercado, en un supermercado o en autobús de la EMT. Es un medio que te permite descubrir palabras, expresiones, insultos… exclusivos de nuestra tierra. Somos muy dados a los apócopes, eliminar letras en las palabras, resumir en una palabra toda una frase, comernos una terminación…

Un caso que no he olvidado y que oí por primera vez en uno de los bares existentes en el interior del Mercado de Atarazanas (para muchos malagueños, «la plaza») fue el de un camarero decirle al que estaba en la barra «pampadó». Yo capté su significado porque estoy hecho para entender estas cosas. Pampadó es nada más y nada menos que «pan para dos (personas)». Como esta, hay muchos casos parecidos que solo captan los nacidos en una de las ciudades del mundo donde mejor se vive, según publicaciones especializadas en Turismo.

Para finalizar, un caso del que también fui testigo. Acompañé a mi mujer a Casabermeja, donde adquiría la carne en la tienda de Justa, así como pan cateto y otros productos. Mientras ella despachaba con la popular tendera, yo me quedé fuera paseando por los alrededores. Estaba anocheciendo. Al fondo de la calle descubrí la presencia de un hombre que tiraba de una mula. Supuse que regresaría a su hogar después de una jornada en el campo o en alguna huerta. A mi altura se cruzó con otro vecino. Uno dejó escapar un adiós o saludo que escrito era algo así como «¡je!» y la respuesta del otro fue «¡uh!». No necesitaban más para saludarse. Un apócope muy del campo malagueño es la despedida «¡Condió!» Si no lo han captado, es «vaya con Dios».

Suscríbete para seguir leyendo