Opinión | El palique

Día de Reyes

Habrá que salir a la calle después del roscón y el segundo café con leche para ver cómo los niños del barrio se escuernan con los monopatines y las bicicletas nuevas. Los adolescentes estrenarán teléfonos, zapatos, bufandas y gadget con los que inmortalizar el atardecer del día de Reyes, que este año es pandemioso y vírico, en un país en el que el periódico nos dice que no se vacunará en fin de semana al no haber pacto con los sindicatos. Uno hace a veces un pacto pero con su indignación para no echar mucha bilis en la columna. A la hora de perpetrar estas líneas, a España han llegado 718.000 dosis de la vacuna y se han puesto sólo 82.800. Y eso sabiendo que iba a llegar la vacuna, que había que disponer de una logística. Nada. El ritmo de vacunación no despega. Cada Comunidad da un excusa distinta. España está unida por la torpeza. Eso nos iguala. No arranca con ritmo la vacunación en la Cataluña gobernada por indepes, ni en la Euskadi de los nacionalistas hipotensos, ni en la Andalucía del PP sorayista. El Madrid de las ayusadas, Casado y Almeida es un desastre y ahora se descuelgan subcontratando la vacunación, más de ciento cincuenta mil euros al mes, que se hurtan de la atención primaria, que es donde debería ir ese dinero. En fin pero no por fin, la Castilla de Gobierno socialista no va a la zaga en lentitud. Hoy no se vacunará en muchos lugares. Hoy es el Día de Reyes, jefe. El sábado y domingo quizás tampoco. A Salvador Illa se le va quitando ese aire de ministro de la RDA y se le va poniendo voz de Arrimadas. Cualquier día se lía y en una rueda de prensa sobre incidencia del virus dice viva España, el salchichón de Vic y Santa Coloma de Gramanet o promete vacunas en un mitin. La jugada maestra de lanzar su candidatura se está convirtiendo en jugada dudosa, dado que los indepes están tentados, con la excusa del virus, de suspender las elecciones. Por eso no se cierra la crisis ministerial. Iceta se desespera. Iceta es nuestra esencia. Iceta es ese español de cualquier época esperando una llamada que lo haga ministro. O subsecretario al menos. Iceta desespera y está ahí el hombre como ha estado siempre el hombre común, toda la vida, esperando la llamada que lo instale en la nómina fija.