Opinión | Málaga de un vistazo

Ignacio Hernández

Las sonrisas de los niños

Tras una época de incertidumbre, desconcierto, temor y tristes despedidas; unas navidades diferidas debido a la anomalía que nos cerca, trasciende con su cierre en la celebración de una Epifanía del Señor - evoquemos que en este día se celebra la primera manifestación de Jesús a los gentiles, representados por los magos de Oriente- donde un silencio simulado lo circunscribe todo para que los más pequeños de la casa no pierdan ni un ápice de ilusión y alegría en esta su jornada más esperada -hoy, ni se les ocurra demostrar ante ellos el rictus probativo de la realidad que nos comprime; hoy, no-. Recuerden lo que nos describió en 1980 García Márquez en un artículo muy aludido Estas navidades siniestras en el cual lamenta cuando con apenas cinco años en su casa le revelaron la verdad de este mágico ensueño: «Fue una desilusión no solo porque yo creía de veras que era el Niño Dios quien traía los juguetes, sino también porque hubiera querido seguir creyéndolo».

En una cabalgata televisada entreverada con las redes sociales, los Reyes Magos tuvieron que variar sus carrozas exornadas y sus multitudinarios cortejos reales por citas a pie o por un coche musicalmente iluminado dando vueltas por el barrio. Una tarde noche de un Centro Histórico ausente de ese gentío expresivo donde todos los años las risas nerviosas de la chiquillería lo inundan todo y dan sentido a estas calles de Málaga que se siente más encantada que nunca. No pudo ser, adecuadamente, por solidaridad y responsabilidad preventiva; así fue en este tiempo de necesario compromiso con todos.

Lo que no nos faltó fue poder ver las sonrisas de los niños -el mejor regalo de luz y magia en este mundo demasiado adulto y severo, necesitado de creer en que hay algo que puede detener la tristeza- iluminando una tarde gris y guiñándoles un ojo a la esperanza.