Opinión | El Palique

Cortafuegos

Marín y Bendodo.

Marín y Bendodo. / EP

El vicepresidente de la Junta, Juan Marín (Cs), y el consejero de Presidencia, Elías Bendodo (PP), escenificaron el otro día la estabilidad del Gobierno andaluz. La estabilidad es un concepto potente y plausible, buenecito, en estos tiempos de convulsión en el que muchos gobernantes agotan energías en cuitas internas. Gracias. But, en esa misma rueda de prensa se expresó una contundente conjura contra el transfuguismo. Condensada en un mandamiento: «Nadie podrá pasarse de Ciudadanos al PP o del PP a Ciudadanos». Ejem. En esa escenificación hay algo de trampa para osos: no sabemos cuándo entonces podría pasarse Marín al PP. Y más: si hay tanto pacto y energía contra el transfuguismo cómo es que se gobierna en Málaga y en la Diputación con Juan Cassá, 90.000 trompos al año y lo que no sabemos. Otra cosa: García Egea, secretario general del PP nacional, dio en gritar a los cuatro (¿o eran cinco?) vientos que todos los ciudadaners eran, son, bienvenidos a las filas de los populares. O sea, el PP andaluz (que es el PP más potable y estable y moderado y moderno de los pepés españoles) lleva directamente y con balcones a la calle la contraria a la doctrina egeista, casadista. Claro que, también es verdad, que hacer lo contrario de lo que diga Egea es algo que resulta bastante atractivo. Incluso estimulante. Yo estoy deseando que «Ciaegea» afirme que no debe caminarse a buen ritmo todos los días una hora al amanecer. En fin, sin transfuguismo no se admitiría en el PP a Fran Hervías, que siendo todopoderoso secretario de organización de Ciudadanos ya trabajaba para el PP, cosa que bien podríamos calificar como el colmo de la falta de escrúpulos, principios, fines y decencia. Un agente doble sin épica. Los populares insisten en su opa a Cs a nivel nacional pero naranjas y azules trazan un cortafuegos en Despeñaperros y taponan, también, entonces, a los salmones anaranjados que boquean aguarriba en las aguas de la política andaluza deseando llegar a desovar a los caladeros populares. Son unos cuantos.