Opinión | Tribuna

Futuro, miedos, realidades, preguntas

En estos días previos, antiguamente de preparativos, para vivir la Semana Santa he oído más de una vez, de boca de algún cofrade, la frase “la pandemia nos ha roto todos los esquemas”. A miles de personas le ha roto la vida entera y a otros que aún estamos vivos nos está robando meses enteros del saldo de nuestra vida. Para muchos de nosotros, esa parte de la existencia no se entiende sin estos días de devoción, de fe, de confraternidad, de generosidad y procesiones, claro está. Sin olvidar los abrazos y besos.

Dos años consecutivos sin poder gritar un “viva”, emocionarnos con una petalada al son de una marcha, sin los nervios y la ilusión de salir en la procesión está doliendo en los corazones cofrades y en el bolsillo de establecimientos hoteleros, hosteleros y en el sector de la llamada industria cofrade. Veremos a ver. El día que se pueda volver a celebrar esta manifestación religiosa y cultural puede ser diferente. Este tiempo ha venido no solo a rompernos los esquemas sino a romper muchas cosas más. La primavera de hace un par de años estaba profundamente normalizada, hasta tal punto que no le dábamos valor a aquello que hoy es extraordinario. En tiempos prepandemicos era lo cotidiano, era la vida misma. El trajín de la Cuaresma, el reencuentro, los cultos, la procesión y este año, además, el centenario.

Todos compartimos el mismo deseo. Y, a buen seguro, se cumplirá. Pero el interrogante es monstruosamente grande. Este virus, ¿en qué estado dejará Semana Santa (de la provincia y de la capital), tras este puñetazo invisible que hemos recibido en toda la cara?

Esta pregunta es difícil de contestar y algunos posiblemente ni se la querrán plantear. Lo importante es hacérsela y comenzar a analizar las distintas respuestas para desarrollar soluciones. El anhelo de toda la comunidad cofrade pasa porque las miles de personas que participan en la Semana Mayor, una vez superada la pandemia, acudan a sus parroquias, cofradías o hermandades con mucha más fuerza, ganas, convencimiento, cariño por esta tradición. Que salga la manifestación religiosa reforzada y más potente que nunca en su historia. Que el público vuelva a inundar las calles y rincones para unirse a La Pasión de Málaga. Es la esperanza.

Entre algunos cofrades y amantes ha saltado la preocupación por el devenir de la Semana Mayor. Si en la capital en los últimos años algunas cofradías declararon su falta de portadores de una manera valiente y sincera, en los pueblos este problema es en algunos casos muy preocupante, hasta el punto de dejar arreglados y encerrados algunos tronos.

El roce hace al cariño y esto último ahora no ocurre. Se han apagado, de golpe, todos los actos con público de las cofradías y hermandades, los encuentros entre hermanos, las charlas de albacería, los juegos con los niños, las visitas a los talleres tras los encargos y la cerveza de después. Esta distancia, sumada al tiempo, puede dar como resultado una desconexión que puede ser muy contagiosa entre los más pequeños y principalmente a aquellas edades cruciales que debaten la continuidad o el abandono, tras dos años sin el pegamento de la procesión y todo lo que conlleva. Esta próxima Semana Santa no va a ser la de las procesiones, pero sí, las de las vacaciones posiblemente en lugares lejos de los núcleos cofrades. Vacaciones por Semana Santa, fuera de la capital, que pueden ser al anzuelo perfecto para atrapar a muchos para siempre al probar lo desconocido. También la ausencia de procesiones puede ser excusa para aquellos que estaban planteándose retirarse y no sabían cómo.

En el plano económico ya se ha dicho mucho. La ralentización en todos los planos de la vida económica puede afectar en el número de hermanos y en el libro contable. Desgraciadamente una parte del mundo cofrade, (y no cofrade), está en un ERTE, en el mejor de los casos, y el recibo de la cuota ya tiene un nuevo destino. Hay cosas que no se pueden estirar. Las cofradías sin el apoyo monetario de cuotas, papeletas de sitio o sin el respaldo económico de la propia madre de las cofradías, la Agrupación, están, no todas, sufriendo. Es una realidad. Una obviedad que va a repercutir negativamente en la caridad, pues los llamados gastos corrientes de estas organizaciones siguen pidiendo moneda en detrimento de los que necesitan, sin olvidar a los que comen del arte.

Un arte que se lleva a hombros y que a futuro pone otra interrogante en el estilo de llevar los tronos en gran parte de la provincia y principalmente en la capital. Hombres y mujeres atados por un varal, pecho y espalda pegados. La cercanía entre unos y otros, tras esta vivencia tan horrible, puede llevar a miedos y a desconfianza. Situaciones que a estas alturas pueden ser impensables e improbables para muchos, pero, la pandemia sanitaría ha demostrado que todo es posible y además en un espacio de tiempo muy breve.

  • ¿Desconfiarán los malagueños a meterse en un varal por miedos a estar tan cerca unos de otros? ¿Habrán hombres de trono que decidan salir con una mascarilla por falta de confianza o miedo?
  • Con el déficit de hombres de trono, ¿volverá la idea de modificar los tamaños de los tronos o acortar varales? ¿Veremos tronos mixtos? ¿Las cofradías tendrán que replantearse el formato de procesión?
  • ¿Habrá que hacer una campaña para atraer hacia las cofradías a esta generación de jóvenes que ya ha podido desconectarse?
  • ¿Volveremos a ver las calles abarrotadas de público o habrá que diseñar unos aforos máximos para garantizar la salubridad? ¿El recorrido oficial será más largo a fin de estirar y separar las sillas para que quepan con seguridad las ofertadas hasta ahora?
  • ¿Este parón será un estímulo en el seno de las cofradías, en el público de Málaga y visitante?
  • ¿Qué pasara con las partidas destinadas a caridad, a mejorar, restaurar o renovar el patrimonio si los gatos fijos aprietan y no hay suficientes ingresos?

Preguntas muy difíciles de contestar pero que no se deben perder de vista. La Semana Santa ha pasado por dificultades entre las que se encuentra la Guerra Civil, la crisis de los estibadores portuarios o las muchas etapas de dificultades económicas y de todas estas, gracias a la fortaleza y a la unión de los cofrades malagueños, ha salido victoriosa y reforzada. Esta crisis que vivimos ahora es distinta porque en ella confluyen muchas crisis, desde la virus, pasando por la económica y acabando por la de la desconfianza. No nos confiemos.