Opinión | Tribuna

Mi primer recuerdo en La Rosaleda

Héroe del ascenso a Segunda y entrenador del Málaga CF, Pablo Guede.

Héroe del ascenso a Segunda y entrenador del Málaga CF, Pablo Guede. / Málaga CF

Guede, contigo empezó todo. El 28 de junio de 1998. No había cumplido los 7 años cuando ya viví mi primera gran noche en La Rosaleda. Y 24 años después aún sigue ese día vivo en mi memoria. Porque ser del Málaga CF es lo más grande que existe. Un ascenso a Segunda se vive igual que una gran noche de Champions. A falta de títulos, sentimiento. Y eso no hay otra forma de transmitirlo que de generación en generación, desde la cuna. Y así seguirá siendo.

Dicen que «el arbolito, desde chiquitito». Pues lo consiguieron, sí. Porque no hay nada mejor para un niño que ir a un estadio con tu padre o con tu abuelo de la mano. Y si se juntaban las tres generaciones, pues mejor todavía. Mismo ritual en cada partido. Autobús, paradita para el café -con dos azucarillos porque uno era para mí-, paquete de revuelto y caramelos Chimos para su nieto en los puestecillos de los aledaños... y para adentro a sufrir.

Él ya no está, se fue pocos meses antes del regreso de Guede, pero seguro que daba el visto bueno para que viniese a rescatar a su Málaga, otra vez. Porque ese día seguro que nacieron muchos nuevos malaguistas, y otros tantos volvieron al redil. Porque fue un auténtico milagro. El Málaga necesitaba ganar por tres goles de diferencia y que en el otro partido del grupo el Talavera no ganara en campo de un Beasain que ya no tenía opciones. Y se dio. El Talavera no pasó del empate (1-1) y los blanquiazules firmaron el ascenso con un 4-1 sobre el Terrassa, con un hat-trick del argentino Pablo Adrián Guede, dos de ellos en 10 minutos para hacer explotar Martiricos en la segunda mitad. El otro tanto del partido lo hizo Merino. El Málaga estaba en Segunda.

Probablemente yo todavía no sabía qué significaba ese momento para todos los que estaban en el estadio y otros muchos en sus casas. Los que habían sufrido con la desaparición del CD Málaga y pocos años después veían al equipo de su alma de nuevo en el fútbol profesional. No recuerdo nítidamente casi nada más del partido, pero ese momento a ‘caballito’ de mi abuelo celebrando el 4-1 de Guede jamás se me olvidará.

Ese instante de locura fue el inicio de un ‘castigo’ que te lleva a sufrir eternamente con el Málaga. A veces no es fácil, pero hay algo que te impide bajarte del barco, aunque te llegues a desesperar, te entren ganas de apagar la tele o irte del estadio. Y tardes como la del Terrassa, otros ascensos o las noches de Champions en San Siro o con la eliminación al Oporto tienen la culpa. Porque al final compensa.

Guede llega con el reto de dejar al equipo en el sitio que lo puso con sus tres goles y de volver a regalar momentos únicos a La Rosaleda, ahora desde el banquillo. Tiene por delante ocho finales para evitar el descenso a Primera RFEF. La primera de ellas será este sábado frente al Real Valladolid. Buen día, buen horario (18.15h) y hará un tiempo magnífico en la víspera de la Semana Santa para poder ir con los chavales a fabricar nuevos malaguistas. El club también tiene que poner de su parte para que ni un solo aficionado se quede en casa y revienten las gradas de La Rosaleda. No hay elección. Aquí «bancamos» a Guede.

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