Opinión | Tribuna

Fiesta de los maniquíes

Juanma Rodríguez y Antonio Jesús López Nieto.

Juanma Rodríguez y Antonio Jesús López Nieto. / Álex Zea

Germán Coppini y Teo Cardalda eran compañeros de instituto en Vigo. Con gustos musicales poco habituales y una gran habilidad para la música, en 1982 decidieron juntarse para formar uno de los grandes grupos de la movida viguesa y también madrileña: Golpes Bajos. Después de un exitoso primer álbum, en 1984 llegó su consagración con «A Santa Compaña». Una muestra de ingenio que toma nombre de la procesión de las ánimas gallegas, y que en su versión original fue grabada en los baños de la discográfica para darle «una reverb natural». En ese álbum se incluye también uno de sus grandes éxitos: «Rígidos los cuerpos / los maniquís bailan / con el rojo de sus labios / el brillar de su cabello / miradas de cristal… Fiesta de los maniquíes / no los toques, por favor…» Es la fiesta de los maniquíes. Ese año fueron premiados en la mítica sala madrileña «Rock-Ola» como el mejor grupo del año. Un premio que este año no recibirá Unicaja en parte gracias a la analogía que hacia su entrenador hace unos días. «En los últimos 15 minutos, el Tenerife atacaba contra 5 maniquíes enfrente».

La exageración de Ibon Navarro, seguro que, buscando la reacción de sus jugadores es sin embargo un gran diagnóstico de la falta de intensidad de este equipo en muchos momentos de la temporada e incluso de un mismo partido. Este Unicaja es un equipo que funciona muy bien con el viento a favor pero que es incapaz de sobreponerse a los golpes de los partidos. Es un gran boxeador, pero con mandíbula de cristal. Es un grupo humano fantástico, Jaime Fernández lo decía en COPE Málaga hace unas horas, pero les falta carácter en la adversidad. Todos o casi todos, han sido estrellas en sus anteriores equipos, pero han estado rodeados de compañeros que les hacían la vida más fácil y les permitían dedicarse «al violín». Todos llegaron a Málaga después de grandes temporadas, pero se irán de la Costa del Sol sin haber jugado ninguno de sus mejores 30 partidos en la ciudad. Hacen lo que han hecho antes, pero en un entorno diferente y con resultados muy distintos. Como bien dice Ibon Navarro en su libreto de «democracia dirigida» es mejor «tener 2 estrellas y 10 jugadores de nivel medio, o bien 4 estrellas y 8 jugadores de nivel medio. Hay que buscar un equilibrio». El fichaje de «cromos» no funciona, el equilibrio sí. Si fichas al mejor jugador de 5 ó 6 equipos de la zona media de la ACB es muy difícil que juntándolos a todos, el equipo funcione.

Es un ejercicio de planificación que no va ligado al dinero. Es cierto que con dinero es más fácil, pero si miramos los resultados del Manresa, el Olimpia, el Metropolitans 92 o el Buducnost queda claro que con menos dinero del que dispone Unicaja se pueden hacer plantillas que juegan bien y ganan. Es cierto que para ello hay que aceptar la nueva realidad del club. Desde que se perdió la licencia A de la Euroliga, el equipo bajó un escalón que cada vez es más profundo. La famosa foto después de ganar al Barça, que tanto ha enfadado a muchos aficionados, no es más que eso. Asumir la nueva realidad. El Unicaja que jugaba la Euroliga con Cabezas, Berni… ¿se hubiera hecho esa foto en el Palau después de quedar eliminados de la competición europea? No. Pues ya está, estamos en otra situación y todos debemos aceptarla.

Ahora todos hablamos mucho del Manresa pero si en verano López Nieto y Juanma Rodríguez hubieran presentado como jugadores verdes a Chima Moneke, que hace 2 años estaba en la segunda división francesa; Sylvain Francisco, sin equipo y acusado en Francia de ser un jugador de baloncesto callejero; Joe Thomasson, que a sus 28 años la liga más potente que había jugado era la israelí; Juampi Vaulet que ya había pasado por la ACB sin destacar o Valtonen, sólo con experiencia en la liga finlandesa, no hubieran tenido kilómetros suficientes para escapar, metafóricamente hablando, de la ira de todos.

No consiste en tener máximos anotados, máximos reboteadores, mejores valorados de otros clubes, consiste en tener un grupo «entrenable» de jugadores que se complementen y que tengan «hambre de gloria». Esos son los deberes para todos este verano, ver que Norris Cole, con sus dos anillos NBA incluidos, es peor jugador para este proyecto que Justin Cobbs o Brandon Brown aunque jueguen en Montenegro o Rumanía.

Suscríbete para seguir leyendo