Opinión | La calle a tragos

La valla, la vergüenza y los eufemismos

Pedro Sánchez parece empeñado en acumular una saga de despropósitos en su visión de las políticas migratorias y ahora ha reincidido, tras abandonar a su suerte al pueblo saharaui

Protesta contra la masacre de la valla de Melilla, esta semana.

Protesta contra la masacre de la valla de Melilla, esta semana. / EFE

No solo son subsaharianos, también son personas. No es exactamente una valla, España también tiene su muro de la vergüenza. Y una afilada batería de eufemismos con los que marear la perdiz. Con los que continuar mirando a otro lado, mientras siguen llegando desde Melilla noticias que desbordan el río de sangre. Que retroceden siglos atrás en el tiempo cada vez que el mismo bumerán regresa a una frontera manchada. A un ‘no lugar’ que, incluso, se aficionó durante una época a la macabra ruleta rusa de las concertinas. Ha pasado una semana ya y quienes mandan se empeñan en que hagamos la digestión de imágenes que se regodean en el hacinamiento y las fosas comunes.

Por desgracia, el deseo de enterrar lo sucedido lo antes posible no ha sido patrimonio exclusivo de un Gobierno marroquí alérgico a los escrúpulos. El presidente de sus vecinos europeos no ha tenido ningún problema en volver a las andadas. Pedro Sánchez parece empeñado en acumular una saga de despropósitos en su visión de las políticas migratorias, y ahora ha reincidido tras la sorprendente huida hacia adelante con la que abandonó a su suerte al pueblo saharaui.

¡Qué fácil es echarle la culpa a las mafias! El recurso resulta tan ‘convincente’ como aquello que se le dice a los niños para que se vayan a la cama: ¡Qué viene el coco! El cacareado «bien resuelto» y la alargada ristra de eufemismos denotan una cobardía ombliguista que renuncia a las dosis mínimas de humanidad. ¡Para qué se va a mirar de frente a lo sucedido en la valla melillense, si estamos abducidos por Marruecos y nos eclipsa el escaparate de una cumbre de la OTAN!

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