Opinión | ARTE-FASTOS

¿El arte? Allí, junto a la barra

Primera edición de ‘Marbella Calling Festival’.

Primera edición de ‘Marbella Calling Festival’. / L. O.

Desde su eclosión a finales del siglo XIX, las vanguardias artísticas se impregnaron del espíritu de cambio que estaba transformando la sociedad. Decidieron no solo combatir el academicismo oficial, sino también integrar el arte con su tiempo mediante su identificación con el Progreso; una misión cuyo ejecutor, el artista, se comprometía ética y políticamente a «cambiar la vida» (Arthur Rimbaud) en aras del bien de la humanidad y de la constitución de un nuevo mundo. Como es sabido, la utopía vanguardista rubricó su acta de defunción en los años sesenta (arte pop) y sus conquistas, antaño feroces y provocativas, hogaño se reconducen como nuevos academicismos, sumisos inquilinos en su contenedor museal. Pero algunos rescoldos que la caracterizaron (rebeldía ante lo establecido, insumisión como norma) han permanecido incandescentes hasta ahora, la posmodernidad, si bien liofilizados por la sociedad del espectáculo, que ha reducido los motivos y las obras a una mera «colección de souvenirs» (Guy Debord).

Recordaba todo esto mientras visitaba la primera edición de ‘Marbella Calling Festival’, que se celebró el pasado 16 de octubre en el Parque de la Constitución de esa localidad. Organizado por la asociación Mesa-Pop e impulsado por el Ayuntamiento de Marbella, el evento pretende, en principio, «dar voz a grupos musicales noveles y veteranos», aunque aspira a integrarse en la «agenda de ocio, cultural y accesible para todos los ciudadanos de todas las edades». En el cartel anunciador figuraban varios grupos locales y otros de proximidad, más una banda y un solista reconocidos a nivel nacional, así como la presencia de un animoso «dj». Pero, además, y para asegurar el disfrute de un «público familiar», aparecían actividades complementarias, como artesanía, talleres infantiles, rincones gastronómicos… y un mercadillo de arte.

Una pregunta, inútil e ingenua, me asaltó de inmediato: ¿Qué «pintaba» el arte en ese territorio del ocio? El mercadillo consistía en varios tenderetes con dibujos o carpetas de grabados a diversas técnicas, un escaparate que encajaba sin fisuras en aquel ambiente lúdico-musical. Esto corrobora, una vez más, la plena disolución del arte contemporáneo en la cultura de masas, tanto que se han impuesto los espacios desterritorizados como se han desdibujado las fronteras entre ficción y realidad. Y entonces comprendí que Yves Michaud tenía razón: en acontecimientos variopintos y multitudinarios el arte, cuando es convocado, sobrevive gracias al cartel indicativo que advierte del perfil «artístico» de lo que allí se ofrece; y de paso mantiene con un mínimo de dignidad el aura que lo ha singularizado históricamente.

Debo confesarles que, cuando salía del recinto, por un momento temí encontrar un expositor de fotos o postales a la venta…, pero del público asistente, como en los parques de atracciones.

Suscríbete para seguir leyendo