Opinión | Arte-Fastos

Sin pecado concebida

En el estudio de Rafael López Palomo resalta con luz propia una magnífica Dolorosa de pequeño formato

Detalle de La Dolorosa a lápiz de Rafael López Palomo.

Detalle de La Dolorosa a lápiz de Rafael López Palomo. / L. O.

Previos a la Semana Santa, suelen concurrir diversos actos que complementan y magnifican los esperados días de Pasión, tales como pregones cofrades, visitas a casas de hermandad o conciertos de música sacra. Las artes plásticas también se suman a estas celebraciones que, en el fondo, rebasan el sentimiento religioso y abarcan factores humanos, sociológicos y económicos. Prueba de ello recordamos, en Málaga capital, el colectivo Fotografía Cofrade de Málaga con poemas de Agustín Hervás, en el Colegio Oficial de Médicos (26-febrero/8-marzo); o la muestra transdisciplinar Todo por tu amor 1923-2023, organizada por la Cofradía de El Rico y María Santísima del Amor, en las salas Mingorance del Archivo Municipal (hasta el 31 de marzo). En la provincia, a destacar la exposición Rumbo a la Pascua Florida de José Luis Marín, en la Casa de Los Navajas, Torremolinos (14-marzo/28-abril); y el I Premio de Pintura Ars Sacra convocado por Lía G y José Luque, gestores de Nítido Gallery (Marbella), cuyo fallo del jurado fue el pasado 16 de marzo.

Pero este trasvase de emociones, de valores compartidos por una comunidad, se refleja también en artistas que nunca han ejercido el arte sacro de manera oficiosa, tan sólo de forma esporádica y siempre circunscrita al entorno familiar. Es el caso de Rafael López Palomo (Málaga, 1942), pintor de amplio currículo de exposiciones y premios, integrante del grupo Nueve Pintores (1973-1993), e incuestionable renovador del paisaje luminista malagueño, cuyos estereotipos ha reformulado mediante conquistas de vanguardia. Maestro del color, posee una sintaxis que bascula entre un cubismo heterodoxo y una abstracción cálida de perfiles evanescentes. Sin menoscabo de su brillante vertiente paisajista, causaron sensación sus series sobre el Perchel (Galería Miramar, 1979), interiores de hogar (Galería Benedito, 1986), o plantas y macetas (Cortijo Bacardí, 1990), sin olvidar sus dibujos a plumilla, preciado botín entre los coleccionistas.

Dada esta versatilidad, no nos sorprende que, mientras visitamos su recogido estudio, nos muestre unos óleos de un Crucificado y de los célebres putti rafaelescos, además de varias piezas a sanguina. Pero resalta con luz propia una magnífica Dolorosa, a lápiz graso sobre papel Ingres, de pequeño formato (19 x 15 cm.), firmada y sin fechar, aunque nos dice que la dibujó hacia 2015.

Tampoco recuerda la imagen mariana de referencia; una versión libre, sin duda, donde vemos paralelismos con la Virgen de la Estrella o la Virgen de la Soledad (Mena), si bien ciertos rasgos faciales, nariz y boca (no tanto los ojos), nos sitúan en la iconografía de Pedro de Mena y, quizá, en su Dolorosa de la iglesia de la Victoria en Málaga. En esta recreación personal, López Palomo nos muestra un rostro bellísimo en primer plano, que nos conmueve profundamente por su expresión, por sus ojos absortos que ni miran ni ven, llenos de lágrimas por el desgarro inmenso de su dolor. El dolor de una madre que acaba de ver morir a su Hijo. Una Madre que fue sin pecado concebida.