MIRANDO AL ABISMO

La ausencia de las estaciones

Ahora el clima, o el tiempo como decimos más coloquialmente, no se para, no se centra. Hemos pasado de un frío polar, esto según los meteorólogos, a un calor de verano

Imagen de la playa de La Malagueta, ayer,  11 de marzo, en el que la capital llegó a los 30 ºC de máxima

Imagen de la playa de La Malagueta, ayer, 11 de marzo, en el que la capital llegó a los 30 ºC de máxima / Gregorio Marrero

María Gaitán

María Gaitán

En Málaga solemos bromear diciendo que solo tenemos dos estaciones, invierno y verano. La primavera y el otoño, si acaso, aparecen un par de días que denominamos entretiempo. Soy una firme creyente de que la ropa de entretiempo no vale para nada y te la pones un día, con suerte, en todo el año. Es por esto que mi armario consta solamente de ropa de invierno y ropa de verano.

Todo este preámbulo era para que se pueda entender mi desasosiego con el clima actual. Hace ya algunos años que el verano comienza realmente muy pronto y se alarga hasta casi Navidad. Luego el frío llega de golpe, sin avisar, sobre mediados de enero y cae sobre nosotros con todo el peso de la humedad. Me gusta el calor, me gusta el verano, los que me leéis lo sabéis bien. Adoro esa temperatura templada del Mediterráneo, que la luz se resista a abandonarnos, que la vitalidad pueble mis calles, mis vecinas saliendo a tomar el fresco a la caída de la tarde, me gusta todo eso.

Ahora el clima, o el tiempo como decimos más coloquialmente, no se para, no se centra. Hemos pasado de un frío polar, esto según los meteorólogos, a un calor de verano. Ayer cuando llegué a casa el termómetro marcaba los veinticuatro grados y hacía terral.

El terral es ese viento malagueño que deriva del poniente y que vierte aire cliente en nuestra ciudad. Es propio del verano pero, por lo que se ve, ya también aparece a principios de marzo. Sé como Filósofa que lo único constante es el cambio pero a mí, que no soy más que un gato, que odio los cambios y me gustan los lugares pequeños y cálidos, esta incertidumbre climática me tiene en un sin vivir.

Más allá del problema mundano del qué me pongo hoy está el no saber si volverá el agua como lluvia. Cuándo era una niña estudié, como todos, el ciclo del agua en el colegio. Aún así me ha parecido siempre que la lluvia tiene algo de magia, una forma de ser en su forma perfecta que la ciencia no puede explicar.

La lluvia nos trae la nostalgia y el verano la infancia. Ambas cosas son necesarias. Además la lluvia hace que todo se reinicie, dando lugar a la vida de plantas y animales. La lluvia es la eterna aliada de las chimeneas y de las migas con amigos y familia, la lluvia divierte a los niños que saltan charcos y se mojan, la lluvia es el agua para beber.

Siempre he estado feliz con la rebeldía malagueña de tener dos estaciones, pero ahora me pregunto qué pasará si no encontramos el equilibrio y el agua nunca vuelve.

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