TRIBUNA

Violencia sexual, crímenes y pornografía

A la presencia diaria de la violencia en los medios de comunicación y las redes sociales se le ha venido a sumar la omnipresencia de la pornografía

Antonio Andrés Pueyo

Mirar la televisión, escuchar la radio o leer un periódico es exponerse a recibir muchas noticias de crímenes, violaciones y otros sucesos violentos. Estas informaciones inundan, alarman e impactan intensamente en la opinión pública y los ciudadanos. Hoy vivimos una sobreexposición mediática a la violencia real o fantaseada, a veces confundidas, en los documentales, series, películas, canciones, novelas y otras creaciones culturales. En todas ellas la violencia grave ocupa el centro argumental de esas producciones.

Esta cotidianidad con la violencia no nos ‘vacuna’ e ‘inmuniza’ contra ella. Saber los daños que produce inquieta, incrementa la preocupación social y reclama soluciones urgentes y radicales. Casi al unísono se escucha el lamento por la violencia y la demanda de aumentar los castigos y las penas, para que los agresores corrijan su conducta y paguen por sus delitos. También para que las víctimas vean restaurados sus derechos y sus reclamaciones de justicia y que, todos, tomen buena nota de lo que debería ‘costar’ violentar a los demás.

A la presencia diaria de la violencia en los medios de comunicación y las redes sociales se le ha venido a sumar la omnipresencia de la pornografía que, predominantemente electrónica y en internet, ya es visualizada – alguna vez – por un porcentaje de chicos del 81,6 % y de chicas del 40,4 % (según Save the Children). Más datos. La edad de inicio en el acceso a materiales pornográficos es muy precoz, entre los 9 y los 12 años. Sumémosle a esta precocidad la extensión de la presencia abierta de la pornografía en los dispositivos electrónicos. Los expertos dicen que los contenidos de la pornografía han aumentado en cuanto a dureza, crueldad, agresividad y sadismo, convirtiéndola en un muestrario de prácticas inusuales, muchas de ellas violentas, que pueden tener un efecto modelador en la conducta sexual de aquellos que utilizan la pornografía de forma reiterativa.

¿Esta realidad de la pornografía puede estar produciendo el aumento de la violencia sexual que se observa en los datos policiales? No hay una respuesta definitiva. Es evidente que si se comparan los contenidos de la pornografía – como por ejemplo las escenas de relaciones sexuales grupales de varios hombres con una mujer – y los de una violación grupal real, hay muchas similitudes. Las primeras pueden haber sido las incitadoras y modeladoras de las segundas. No obstante, no hay evidencias de tipo científico que den completa validez a esta creencia más que extendida.

Ya sabemos que la visualización de contenidos violentos en películas o en videojuegos promueve la conducta violenta interpersonal o grupal real y especialmente en adolescentes. El efecto es directo, pero de baja magnitud. Es razonable pensar que la pornografía tenga influencia en la violencia sexual. Esa influencia puede ser directa, pero creemos que, en promedio, es de baja intensidad. Pero esa magnitud se puede incrementar en la medida en que el receptor de las imágenes pornográficas sea un menor o un adolescente psicológicamente inmaduro y, por tanto, más influenciable por los mensajes sociales. También ese efecto se puede incrementar cuando se combina con historias biográficas de crianza negligente e incluso victimización por abusos sexuales o violencia física en el contexto intrafamiliar o del entorno del desarrollo. Sí, además, le unimos las influencias grupales de sus iguales, favorables a la violencia sexual, los riesgos de que se realicen conductas sexuales violentas y abusivas por parte de estos adolescentes influenciados por la pornografía serán muy elevados. Carmen Vives y Belén Sanz, investigadoras de la Universidad de Alicante, epidemiólogas de gran prestigio en este campo, indican que: «las personas que usan pornografía tienen una probabilidad 2,4 veces mayor de haber agredido sexualmente a alguien que las personas que no la consumen».

Prevenir la violencia sexual, y en todos sus formatos, tiene que ver con muchos planos de intervención social, comunitaria y personal. Y sin duda hay que actuar sobre la extensión excesiva y omnipresente de la pornografía, la violencia y la crueldad, tan presentes en los medios de comunicación como en la producción cultural actual.

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