La vida moderna Merma

Po Palo

«La política está basada generalmente en ciclos. Y la mal denominada nueva política tiene toda la pinta que va a comenzar a darse de alta en LinkedIn porque está la cosa mala»

po palo

po palo / L. O.

Gonzalo León

Gonzalo León

Hay expresiones maravillosas en el lenguaje coloquial que nos sirven para muchos asuntos de gran calado e importancia. En el sur, y especialmente en Málaga, somos expertos en la materia y podemos sacar a relucir un sinfín de argumentos en expresiones reducidísimas.

Una de mis favoritas y que ahora viene perfecta es «po palo». Una onomatopeya acompañada de un palabro polisémico que cumple a la perfección cuando de evidenciar las guantadas sin manos que la vida suele propiciar cuando uno va de algo que no debe.

En esta ocasión, y tras unas semanas bastante duras con motivo de las elecciones municipales, la expresión en cuestión ha cobrado un protagonismo extraordinario.

La política es tan fea o bonita según tú quieras que sea. Puedes convertirla en una herramienta de justicia, bondades y generadora de riqueza. O puedes, por el contrario, hacer de ella un lodazal infame donde las malas artes y los peores instintos y acciones de los humanos se vean expulsadas a través de miserias pueriles y zafias.

Lo hemos vivido en estas pasadas elecciones municipales y por desgracia no se irán pues, en un par de meses mal contados, Su Sanchidad ha convocado elecciones generales.

La cuestión es que, durante varias semanas, al menos en Málaga y muy especialmente en redes sociales, hemos leído, percibido e incluso recibido bilis dialéctica por parte de un sinfín de perfiles falsos, así como de personas más que perturbadas que han vomitado insultos, calumnias e infamias sin llegar a medir bien el impacto que eso tiene en los demás y en ellos mismos.

Las redes sociales son geniales y perversas a la vez. Y en esta ocasión hemos tenido que padecer nuevamente esa despiadada dictadura de las minorías que en los últimos años ha llegado a implantar un sistema absurdo de opinión y criterios en los que las ideas de Alfonso Guerra bien pudieran ser de un ultraconservador que roza el fascismo.

El tablero ideológico lo han reventado aquéllos que venían a arreglarlo. Y han conseguido que la gran mayoría de ciudadanos que viven en situaciones comunes y normales dejen de sentirse representados por los extremistas con mensajes facilones y muy comprables.

Y lo peor es que toda esa morralla inflamable se ha trasladado a una parte de la ciudadanía que ha sido intoxicada hasta límites insospechados. Se han fumado la moderación. Y con ella también la vergüenza, la educación, los modales y el respeto mínimo que se espera de cualquier persona medianamente decente.

Y tanto es así que han conseguido crear un mundo paralelo en el que, entre descalificación y señalamiento con el dedo para decidir quién es merecedor del título de buen ciudadano, han logrado inventar una irrealidad que la mayoría de la gente no percibe en su día a día.

Ejemplos de ello en Málaga hay los que quieras. De hecho, los últimos meses han estado condicionados por una supuesta realidad en redes sociales en la que nuestra ciudad era un lugar hostil, malo, desagradable y completamente destrozado en el que el ciudadano local era basura.

El actual alcalde se había cargado todo lo bueno que aquí había para venderlo a los turistas. Los malagueños, pobrecitos ellos, vivían en un desgarrador estado frente a los guiris que poseían la ciudad. Era un todo mal inasumible. Además, se estaban cargando la Semana Santa. Además, estaban subiendo la luz -lo llegué a leer-. Además, están privatizando la ciudad para dársela a gente rica -lo llegué a leer-. Además, están construyendo torres y más torres. Y la gente aparcaba encima de las aceras. Y los cruceros lanzaban fuegos artificiales. Y los sueldos eran muy bajos -lo llegué a leer-. Y el Perchel no se vende. Y los pobres. Y los ricos. Y todo desastroso. Y menos mal que va a llegar el momento y se van a ir todos porque la situación es ¡insostenible!

Y ha llegado el momento. Y el hombre supuestamente malvado ha barrido. Mayoría absoluta. Ahí. Sin miedo. Sin espacio para la duda o el debate. No. De un plumazo ha conseguido mayoría absoluta del pueblo de Málaga, incluyendo los barrios más complejos y que supuestamente eran más afectados por ciertas situaciones.

Hay dos opciones: o la gente que presenciaba el gravísimo drama del Perchel y sus ventas se ha ido a Cuenca, o realmente no había un gravísimo drama en el Perchel. Y así con todo. Porque los malagueños -la mayoría de ellos sin Twitter-, han dado su confianza plena y absoluta a este señor y su equipo durante cuatro años más.

Es por ello, que quizá sea bueno aprender de todo. Y también de esta situación en la que, durante un buen rato, hemos tenido una banda sonora 2.0 dando la matraca y no asumiendo que haya gente que piense que la cosa no está malota del todo en Málaga y que por ello no sean personas malvadas, injustas, egoístas, fascistas, etecé etecé.

Repartir carnets de progresistas es igual de absurdo que vender en redes sociales lo mal que va todo desde el sofá de tu casa.

La política está basada generalmente en ciclos. Y la mal denominada nueva política tiene toda la pinta que va a comenzar a darse de alta en LinkedIn porque está la cosa mala. Regresa -a Dios gracias- el bipartidismo y con ello de nuevo cierta calma en una sociedad polarizada desde el minuto y hora en el que para conseguir el poder se compartió éste con políticos incapaces.

Si el estado de una ciudad se mide por el comportamiento y votos de quienes la viven a diario, podemos afirmar sin ningún género de duda que la gran mayoría aprueba, está contenta y acepta el actual modelo de ciudad.

¿Es mejorable? Obvio. Y ahí están cientos de miles de millones de artículos hablando de todo lo malo que campa por aquí y debe solucionarse. Pero la cosa ha llegado a tal punto de infamia, desvergüenza y agresividad que lo importante ha sido ubicado en un segundo plano para dar prioridad a los voceros, los faltones y la gente enferma que vive inmersa en las redes sociales. A toda esa masa que dedica sus días a reventar con porquería las redes sociales con faltas, dramas y porquerías que en nada representan el sentir mayoritario de la gran mayoría malacitana. A todos ellos. De todo corazón y cogiendo aire para decirlo: PO PALO.

Viva Málaga.

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