Viento fresco

Paseo en bus

Se está fresco viendo arder la ciudad por la ventanilla. Tienen calor hasta los adverbios

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Quema el asfalto y cae el sol como si fuera el último día en el que se le permitiera brillar. El autobús abre las puertas y se escapa un poco el fresco. Sube una señora resoplando. El resoplar es un no parar. La señora se sienta, saca un abanico y hasta que se aclimata al aire acondicionado se da viento en la cara y mira a un lado y a otro. No sé qué busca si es que busca algo. El autobús avanza por la ciudad desierta, derrotada, achicharrada. Iba a seguir contemplando a la señora pero me iba a salir una columna monográfica sobre ella y la idea es observar, oír, meter más personajes y si acaso sacar alguna conclusión. Y un bollo. La señora parece que ha oído mis pensamientos y se baja. O sea, se baja de este artículo. También del autobús, que para, abre las puertas para que la señora baje y permite la entrada de un madurete con cierto parecido al novelista Javier Cercas. A lo mejor es y lo tengo solo para mí, me digo. Se sienta y saca un libro de bolsillo del bolso. Lo ideal es llevar un libro de bolsillo en el bolsillo pero eso equivaldría a que la mesita de noche no se pudiera utilizar de día. Trato de ver qué libro es pero el Cercas que no es Cercas me mira de lejos y me da un poco de corte la situación. Me pongo a mirar el móvil. En Twitter veo la foto de una chica que enseña una nalga y escribe que la vida es una sucesión de obstáculos. No alcanzo a ver la relación, aunque la nalga sí la veo bien. Para obstáculo el que ha de superar el autobús. Están construyendo un carril bici inverosímil en una calle estrecha y está todo lleno de escombros y señalizaciones. Verás tú que este es Cercas y yo aquí haciendo el tonto sin abordarlo. Si yo fuera un escritor célebre o incluso celebrado y viajara en un bus con solamente otro pasajero me gustaría que ese otro pasajero me dijera algo, no sé, vaya rollo de novela te has marcado, o no veas cómo me ha gustado la psique del personaje secundario de tu tercera novela, macho, lo has bordado. No sé. Nada, nada. No es. Se baja. A ver si se va a bajar todo el mundo y voy a viajar todo el rato solo. Aunque bien mirado no estaría mal. Faltan dos paradas para mi parada, aunque si se salta una parada porque no hay nadie, en realidad falta una. No sé si me estoy liando pero temo descender del autobús y no tener fuerzas para andar hasta donde tengo que andar. Ya estamos cerca, me dice el conductor. Qué gracia. Cómo sabe dónde voy. Me dan ganas de contestar: no estamos cerca, estamos Javier. Por la ventana veo a un perro paseando a un señor con la lengua fuera. Hoy pasan calor hasta los adverbios. Llegamos a la parada. Sube un joven. Le dice al conductor: vaya bochorno que tengo. El conductor contesta: lo que tienes que tener es el billete. Billete se llamaba antaño a un artículo de prensa breve a veces sin firma. Un billete. También se le decía ‘suelto’. Creo que no voy a bajarme. La luz fogosa y ahora rojiza no declina. Juraría que el autobús renquea.

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