TRIBUNA

"Nos duele lo que dices"

La frase es del socialista y sindicalista Pepe Romero, que no dudó un momento en soltársela a Felipe González en un acto en Sevilla

Felipe González y Alfonso Guerra

Felipe González y Alfonso Guerra / Juan de Dios Mellado Morales

Juan de Dios Mellado

Juan de Dios Mellado

La frase con la que encabezo este artículo la tenía grabada a fuego en su corazón quien fuera consejero de Trabajo en el gobierno de Borbolla (1986-1990), el socialista y sindicalista Pepe Romero, y que no dudó un momento en soltársela a Felipe González en un acto en Sevilla. Creo que lo dicho por Pepe Romero resume de la mejor manera y con la más absoluta decencia política lo que miles de socialistas, históricos o no, piensan sobre las barrabasadas y salidas de tono tanto de Guerra como de González. Ambos dos, hasta el momento, no han sido capaces de dejar ser o creerse la piedra angular del PSOE. Lo fueron en su momento, pero eso ya es historia.

Militantes históricos afean al expresidente Felipe González sus críticas a Sánchez.

Militantes históricos afean al expresidente Felipe González sus críticas a Sánchez. / EP

Y lo peor de todo es cuando ambos dos, sin inmutarse o poner mala cara, se dejan manipular por la derecha. El PP ha encontrado en ellos un filón de oro que ni siquiera podrían intuir ni Feijóo, Moreno Bonilla o Elías Bendodo. El Partido Popular, en sus horas más bajas con Feijóo pidiendo un poco de árnica por todas partes, no dudó en agarrarse a este clavo ardiendo por si sonaba la flauta a la que han hecho mención no pocos dirigentes populares cuando, en romería, imploraban un golpe de transfuguismo. Pero, para mí, es que dos personas, con tantas batallas dadas en la izquierda y levantado el PSOE, se entreguen con armas y bagaje a la derecha que en su mitin de Madrid volvió a demostrar que tiene difíciles socios salvo la extrema derecha de Vox. Por lo visto, ni González, ni Guerra se han dado cuenta de ello.

Para la mayoría de los socialistas tanto González como Guerra son personajes políticos amortizados, que fueron capaces de transformar y cambiar España, tal y como diría Alfonso Guerra en acertada y real afirmación, hasta el punto de no ser reconocida «por la madre que la parió». Son, como recuerda Lourdes Lucio, «como estampitas laicas que todo socialista lleva en el corazón, a las que en momentos de zozobra se les dan besos para espantar temores». No es el caso, porque ni España se rompe, como proclama a los cuatro vientos la derecha empantanada en su desilusión y fracaso, como tampoco vayan a aprobarse medidas de perdón y gracia que no encuentren encaje en la Constitución y sean refrendadas por el Tribunal Constitucional. Todo lo demás son pamplinas alimentadas por quienes han hecho de su capa un sayo para tapar sus vergüenzas, que no son pocas. Para desmemoriados, que los hay a raudales, bueno será recordar lo que el Constitucional tiene afirmado en 1983: «… debe ser el legislador el que determine el régimen jurídico de la amnistía, pues no hay restricción constitucional directa sobre esta materia». Y ponían su firma los miembros del tribunal nada menos que Francisco Tomás y Valiente, Francisco Rubio Llorente, Luis Díez-Picazo, Jerónimo Arozamena y Antonio Truyol.

Gran parte de mi vida profesional la he dedicado a profundizar e investigar el significado de la Transición (con mayúsculas) en España y, sobre todo, en Andalucía. La izquierda tuvo un protagonismo especial y único, con señeros y renombrados personajes, claves para alcanzar la democracia y que nos diéramos un mandato constitucional; y recalco lo de izquierda porque, aquí en Andalucía, personajes que ondean sus melenas blancas en los atardeceres sevillanos, surgieron no ha mucho tiempo quienes, desde la derecha, pretendían arrogarse si no la paternidad de la Transición (hubiera sido ya propio de truhanes y trileros) sin haber estado en primera línea. Semejante memez se sigue alimentando falseando la historia, con personajes que a sus 80 o más años son incapaces de entender que su tiempo pasó y que no están para dar lecciones y mucho menos condicionar la política de las nuevas generaciones. Y me detengo a recordar lo que la pancarta de Pepe Romero dejaba muy claro, posiblemente el sentir de la mayoría de militancia socialista: «Siempre PSOE. Antes con Felipe, ahora con Pedro Sánchez».

Estos días he hablado con muchos históricos socialistas, algunos de los cuales siendo aún barbilampiños, estuvieron en el Congreso de Suresnes (Francia, 1974) y asistieron al derrocamiento de los históricos liderados, hasta entonces, por Rodolfo Llopis, alejado de la realidad social y política España en el tardofranquismo, tomando las riendas del histórico partido una nueva generación liderada por Felipe González y el núcleo sevillano. Se lleva un tiempo macerando un nuevo y exigible cambio en el PSOE, liderado por Pedro Sánchez y la nueva generación de socialistas que le acompañan, con imprescindible recuerdo de Zapatero. Pero la fiesta no la tienen en paz, sino todo lo contrario, entre otros motivos porque algunos de los históricos de Suresnes no han sabido irse, no saben estar y no entienden que su tiempo pasó.

No es tiempo para la nostalgia y mucho menos para sembrar la semilla de la discordia.

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