Málaga de un vistazo

Espejito, espejito

La desembocadura del Guadalhorce.

La desembocadura del Guadalhorce. / L. O.

Angelines de Lorenzo

Angelines de Lorenzo

Pasaba sobre la desembocadura del Guadalhorce y me llamó la atención la oscuridad que rompía la iluminación circundante. Imaginé encontrarme en una vereda del río rodeada de vegetación y árboles, en terreno desconocido, percibiendo estímulos sensoriales indescifrables. Resulta aterradora la oscuridad y lo ignoto, pero soy consciente de su necesidad para que la naturaleza se desarrolle sin estrés y se cumplan los ciclos vitales de los que un ecosistema se nutre, en ausencia de nuestra impronta luminiscente.

Ya desconocemos una vida sin electricidad y es inaudito vivir agobiados cuando nos ofrece infinidad de facilidades para calentarnos, guisar, lavar, desplazarnos… Parece que a cada hueco que nos deja un avance lo cubrimos con otra actividad cercenante. Podríamos denominarnos ‘Auto-mutilados sensoriales mutantes’, pues desconocemos los cambios a los que nos someterán los avances tecnológicos y que marcarán la inefable impronta en nuestro ser. Con la IA tenemos ‘espejito mágico’ como en ‘Blancanieves’; temo que muchas mentes queden atrapadas en un sinfín de preguntas hasta perder la personalidad, el alma y hasta que la muerte que les prediga los separe.

Málaga y su bahía tienen numerosas interpretaciones en las simulaciones que puedes comandar con la IA. Estuve viendo algunas, y sorpresivamente surgió una que parecía Dubái, sembrada de rascacielos. Quizás la IA haya saltado el paso de la singularidad al de la prestidigitación, pues conoce ya las intenciones de quienes nos mandan y nos lo espeta en la cara.

Para desconectar de tanta avalancha mediática, estoy pensando poner en marcha algunos relojes antiguos de cuerda y tomar las 12 uvas durante el estruendo de sus clásicas alarmas o campanadas, bajo luces de velas y guirnaldas, con televisión y móviles apagados; evitar que dominen la entrada al año que fijará un cambio de Era, del Homo Ex-sapiens.