La Libreta del Duque de Chantada

Gracias Ricard, gracias Ricky

Ricky Rubio en su regreso a las canchas de baloncesto con la selección española.

Ricky Rubio en su regreso a las canchas de baloncesto con la selección española. / EFE

Mel Otero

Mel Otero

Estos días estamos celebrando los 20 años de la primera Minicopa de la ACB. Esa competición que puso a Ricky Rubio en las portadas de los medios de comunicación españoles y europeos. En una época sin redes sociales y con pocos teléfonos móviles, el mundo del baloncesto que se reunía en Sevilla no paraba de hablar de un niño de 13 años que cada mañana daba la vuelta al pabellón de Arquitectura. Los que tuvimos la suerte de verlo en directo descubrimos algo especial. Una calidad que nos decían que tenía Drazen Petrovic a esa edad pero que no habíamos visto. Aunque su parecido físico era más con Pete Maravich, a mí me recordó desde el primer momento a Magic Johnson por su forma de jugar. Su habilidad para poder hacer de todo y, sobre todo, su empeño en hacer mejores a sus compañeros.

En Sevilla conocimos también a su familia. Aquella competición era distinta a la que vemos ahora. Casi todos los niños eran jugadores españoles de la cantera que viajaban con sus padres y hermanos a los partidos y formaban una «gran familia» que acompañaba a los jugadores hasta su edad adulta. Ricky, al que todos conocíamos como Ricard, no era una excepción. Se comportaba con una naturalidad y madurez asombrosa, dentro y fuera del campo. Desde el primer momento los que estábamos allí narrando el torneo -Paco Torres, Fernando Pérez Soto, Manu Moreno, Luis Casimiro y yo- tuvimos claro que estábamos contando el nacimiento de una estrella, pero también que estábamos conociendo a una gran persona, a un buen tipo. El tiempo nos ha dado la razón en ambos casos.

Muy apegado a su familia y con los focos siempre pendientes de él, Ricky ha tenido que cargar toda su carrera con la mochila de las grandes expectativas. Una carga muy pesada para todos, más aún para un niño. En su crecimiento ha visto como superaba a su ídolo baloncestístico de la niñez, su hermano; ha sufrido duras perdidas personales como su madre y ha tenido una carrera marcada por la pesadilla de las lesiones, pero nunca se ha escondido. Ha luchado como el que más y cuando ha llegado al límite, ha pedido ayuda. Se ha abierto en canal en público exponiendo sus problemas para tratar de ayudar a los que podían pasar situaciones como la suya. Nunca ha tenido miedo a mostrarse vulnerable. Y creedme, esto es un gran elogio. No todos somos tan valientes.

Ricky es una de esas personas a las que tienes que querer. La estrella que comparte su brillo con los demás. Ese jugador que con 17 años en el Europeo Junior de Madrid en 2007 te dice que «No tengo ningún problema en hablar con vosotros (La Sexta) cuando queráis, pero por favor entrevistad también a mis compañeros. Somos un equipo y no puedo salir yo todos los días». Ese complemento imprescindible en la selección de los Juniors de Oro que en 2019 tomo las riendas del equipo y lideró al equipo como MVP al segundo titulo de Campeón del Mundo. Una persona especial dentro y fuera de la cancha. Una de esas personas que siempre quieres tener cerca.

Su vuelta a la ACB es una gran noticia para todos, no sólo por su recuperación deportiva, sino por su recuperación personal. Ojalá podamos disfrutarle y sufrirle muchos años más en la pista y en la vida, como rival o compañero. Carpe Diem, Ricard…