Opinión | El contrapunto

Entre las tumbas y las ruinas

En la isla de Capri residieron tres célebres narcisistas nórdicos que practicaron con talento y originalidad el arte de la literatura en estado de gracia

Isla de Capri

Isla de Capri / Paolo Costa (Wikipedia)

Bruce Chatwin nos contaba que en la isla de Capri residieron tres célebres narcisistas nórdicos que practicaron con talento y originalidad el arte de la literatura en estado de gracia. Aparte de construirse unas casas muy singulares junto al mar: Curzio Malaparte, Axel Munthe y el barón Jacques Adelswärd-Fersen. Los tres quisieron que sus casas de la Isola di Capri fuesen lugares claramente oníricos. Casi como escenas entresacadas de La Isla de los Muertos de Böcklin. Una prolongación de sus personalidades y su creatividad a través de una arquitectura mágica.

Curzio Malaparte compró el Capo Massullo en un salvaje rincón de la costa caprense para construir en ese paraje de rocas y mar, salvajes, su refugio. Su casa: se llamaba «Come Me». El escritor y periodista era alemán por parte paterna. Fue bautizado como Kurt Suckert. Su padre, Erwin Suckert, era un empresario de Sajonia, casado con una dama florentina. Curzio Malaparte decidió un día eliminar el nombre de Suckert. Amaba a las princesas y a las campesinas que se cruzaron en su vida. Su meteórica carrera en el movimiento fascista italiano tuvo serios problemas cuando empezó a criticar abiertamente las corbatas de Mussolini. Llamado a la presencia del Dictador y Duce, le dijo: “Duce, permítame usted una última palabra en mi defensa. Incluso hoy lleva usted una corbata horrible.” El iconoclasta Malaparte al final fue encarcelado en la Regina Coeli por el régimen y posteriormente desterrado a la isla de Lipari.

El senador Giovanni Agnelli, presidente de la FIAT nombró en 1929 a Malaparte editor de La Stampa, el diario propiedad de la familia Agnelli. Los Agnelli siempre fueron buenos conocedores del talento ajeno. Me lo comentaba en una cena en Marbella, en Los Monteros, mi buen amigo Cesare Romitti, entonces presidente de Alitalia. Pronto sería el futuro hombre fuerte del grupo FIAT. Por cierto, siempre le agradeceré el que nos permitiera a mi mujer y a mí conocer Tailandia antes de que llegaran allí millones de turistas.

Axel Munthe, médico, nacido en la Suecia profunda, la que amo y cuyo musical idioma conozco desde muy joven, provenía de una dinastía de influyentes clérigos y burgomaestres, llegada de Flandes. Fue amigo de Strindberg y del príncipe Eugenio Bernadotte, hijo del Rey de Suecia. Vivió en Roma. En la que había sido la casa de Keats, en la escalinata de la plaza de España, enfrente de nuestra Embajada. En una visita a Capri compró un lugar que podía haber sido el asentamiento de una de las doce villas que el emperador Tiberio tuvo en la isla. Allí construyó la Villa San Michele, alma de uno de los libros más leídos y traducidos que se han escrito sobre la vida en un lugar exótico: “La historia de San Michele”. Según Chatwin era un libro pretencioso. No estoy de acuerdo. Quizás por eso otro príncipe de la familia real sueca, Karl Bernadotte, decidió hace medio siglo instalarse en España, en el pueblo de Churriana, donde las vistas sobre el mar no eran tan dramáticas como en Capri y donde las estatuas de deidades greco-latinas y los bustos de antiguos emperadores hubiesen resultado excesivos. Curiosamente, esos dos célebres vecinos de Capri, Curzio Malaparte y Axel Munthe, coincidieron en 1943 en el mismo avión de Roma a Estocolmo. El médico sueco huía a Suecia, donde sería huésped del Rey. Temía la llegada de los alemanes a Italia. Malaparte, rehabilitado como periodista, iba a cubrir entonces la guerra entre Finlandia y la Unión Soviética.

El barón Jacques Adelswärd-Fersen era un joven y pudiente esteta sueco-francés. Pensó que había encontrado en un escarpado lugar de la costa de Capri un lugar perfecto para escribir poemas, cerca de las ruinas de la Villa Jovis, otra de las residencias del emperador Tiberio. Allí construyó el barón su casa con vistas al mar: La Gloriette, más conocida como la Villa Lysis. Norman Douglas siempre se sintió culpable de haber introducido al corrosivo aristócrata sueco-francés en Capri. Entre otras cosas, presumía el barón Adelswärd-Fersen de ser descendiente del “Beau Fersen”. Aquel apuesto noble sueco que pretendía, en un deplorable alarde de mal gusto, haber sido el amante de la Reina Marie-Antoinette de Francia.