Opinión | El contrapunto

En memoria de Adriano Bento, el maestro, un gran hotelero portugués

Solo han pasado unos pocos días desde el momento en el que nos dejó para siempre Adriano Bento, aquel maestro, el que fue siempre un amigo incondicional de España y de los españoles. Hotelero portentoso, de los que dejan escuela. Y ya instalado en la leyenda, en una distancia que quizás nos pudiera parecer parece excesiva, pues siempre fue el amigo cercano, instalado en la bondad, generoso, del que aprendimos tanto. Sobre todo en los años inolvidables en los que él ofició como director del legendario Hotel Penina Golf, en las entrañables tierras hermanas de Portimao, fraternal, nunca lejano.

Fueron entonces aquellas unas páginas gloriosas para Adriano, como ciudadano del mundo. E indirectamente gloriosas también para todos nosotros, sus colegas y amigos europeos. Los que recorrimos juntos, tantas veces, por aquellas ubérrimas tierras norteamericanas, siguiendo la magistral tutela de Malcolm D. Williams. Malcolm, el que fuera un espléndido diplomático al servicio de Su Majestad Británica. Fue posteriormente el inolvidable vicepresidente de la que era la primera empresa norteamericana de representación de grandes hoteles internacionales. La siempre añorada Robert F. Warner Inc. Recordaremos siempre con respeto y admiración al gran Bob Warner y a su familia. Y a Susana, su hija, espejo de gráciles virtudes. Y a Bob, hijo, su hermano.

Otros grandes maestros hoteleros ya se adelantaron en su marcha a otro mundo mejor. Como el gran Adriano. Entre ellos, Gerhard Paul, el director general del Hotel Bristol de Viena. Maestro de tantos maestros. Y el que fuera propietario y director del otro legendario Bristol: el parisino. El del Faubourg de St-Honoré. Mi buen amigo, Pierre Jammet. Y el inolvidable Kurt Alchenberger, el alma del Schweizerhof de Lucerna. En la risueña Suiza, galardonada con uno de los puentes más bellos de Europa. Y a sus mentores, la providencial familia Hauser.

Dios sea loado, pues siguen otros maestros con nosotros, aparte de Malcolm y su esposa y sus hijos. Como siguen Julian Payne y Judith Dagworthy. Vinculados al Savoy, al Dorchester y al Ritz londinense. Y este humilde escriba y los suyos recuerdan a los hijos de Adriano, jugando en las playas de Andalucía.

Es verdad que alguna vez todos intentamos dejar como un legado sagrado un mundo que sería mejor que el que encontramos en nuestros comienzos. Fue posible gracias a los buenos hoteles y a los grandes y dignísimos profesionales que trabajaron en ellos. Creo que en gran parte hemos logrado conseguirlo.

¡Con nuestro más sentido pésame te damos las gracias, Lala, por recordarnos con tanto afecto!

God bless you all!

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