Opinión | La señal

Política y parques de atracciones

El urogallo común ya se sabe que es un ave difícil de ver en nuestros bosques, aunque los políticos del Gobierno sí sean vistos en todo momento en los medios de comunicación. Pero el tetrao urogallos, que así se llama la especie, deposita unos gruesos excrementos que delatan su presencia, los otros no lo sé. Es muy oscuro y grande (el urogallo) y canta y se pavonea al amanecer en unos lugares fijos que se llaman «cantaderos». ¿Y cómo es su canto?, pues su canto es complejo, se oye solo de cerca y consiste en una serie de tacs que se aceleran en un tableteo, seguido de un brusco «taponazo» y a continuación un áspero y prolongado jaleo, el «refilo» o «seguidilla», que así se llaman. Las gallinas son mucho menores, lo siento, muy crípticas, pardorojizas, con garganta y pecho anaranjados. Todas estas pistas son muy convenientes para distinguir los urogallos de otras especies.

Ahora bien, de lo que no se puede hablar, es mejor callar, verbi gratia de la cancelación de la película ‘El día es largo y oscuro’, de Julio Hernández Cordón en el Festival de acá, por denuncias recibidas de violencia de género que no han sido explicitadas y sin que se sepa si fueron sentenciadas por un juez, cosa no baladí en un Estado de Derecho. O el caso de Antonio Membrilla, dimisionario como director del Patronato Lorca por haber ejercido su derecho a la crítica de la ley de memoria histórica, y eso que dicho ente depende de la Diputación de Granada, cuyo presidente, Francisco Rodríguez, es del PP, pero da igual, en estos casos de corrección política PP y PSOE son siameses, de ahí que para fotocopias pues el original. Cosa distinta es el caso de Marisol, con pasado en PCE, los prosoviéticos del PCPE y hasta apoyo a HB -esos fans de la banda de rock ETA-, y como, además, su padrino de bodas fue en 1982 Fidel Castro, pues queda absuelta de esos pecadillos de la dulce juventud. Mira que cuando niña estuvo en Coros y Danzas de la Sección Femenina de Falange, y el oro de las placas conmemorativas que le regaló Franco lo donó a varios partidos comunistas… Su silencio de años quizá sea una penitencia autoimpuesta, pero no me corresponde a mí ni interpretarlo ni juzgarlo, sí respetarlo y mucho. El caso es que a ella se le deja entrar al Cervantes con Blanca Torres en ‘Marisol, llámame Pepa’.

Pero la nueva Marisol del régimen, nuestra Yolanda, dice ahora que son una «locura» los horarios de la hostelería, y es que la pulsión totalitaria le puede y quiere decidir a qué hora nos tenemos que acostar los españoles, sus peques, que mañana hay que madrugar. Ahora bien, de dar la cifra de fijos discontinuos -unos ochocientos mil-, nada, que si no engorda la cifra de parados y eso no puede ser. ¡Opaca, que eres una opaca!

Idem, eadem, idem que el insulto político, caso de «Moreno Bonilla, yo no te creo», consigna contra la manada, que ahora Espadas, flamígero al advertir que hasta piensan en sustituirlo, se inventa. Y es que estamos en un parque de atracciones político. Yo digo que no es lo mismo lo que da miedo, que lo que es peligroso, piénsenlo.

El caso es que en el condumio de la semana en La Cosmopolita -cocina de notable, vinos pocos y caros- no hablamos de esos mafiosos que tratan de tú al poder y se confunden con él, tratamos de las operaciones ‘Irbis’, como denomina el Ministerio de Defensa a las extracciones de afganos supuestamente relacionados con nuestras tropas y sus familias cuando estuvieron allá. Bueno, pues se han hecho en unas condiciones de seguridad que calla Margarita -está linda la mar-. El principal problema ha sido la imposibilidad de identificar con certeza suficiente a las personas que se ha traído a España. En la segunda operación, en agosto, surgieron los problemas, no eran individuos que hubieran estado con nuestras tropas, entonces ¿quiénes eran?, y, sobre todo, ¿dónde están? Andrés Trapiello no quiere decirlo:

Es de noche hace rato y ha llovido

en un Madrid dormido y otoñal.

En cada gota del cristal

se refleja mi lámpara y me reflejo yo,

y un rincón de este cuarto y del buró

que fue de Valentín,

y este muerto papel en el que escribo

se refleja también como un recibo

donde llevo las cuentas de mi spleen.

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