Opinión | 725 PALABRAS

Ciao, ci vediamo tristezza

Da igual cómo y cuánto lo maltratemos, la puntualidad del reloj circadiano ni falla ni se confunde de estación. El tren vital en el que transcurre tiene lugar en un círculo axial perfecto que marca nuestra naturaleza instintiva yendo y viniendo de la luz a la sombra y de la sombra a la luz. Las rimas tienen más que ver con las sombras que con las luces que nos asisten, porque la melancolía habita más en la penumbra del otoño y en la oscuridad del invierno que en la esperanzadora luz de la primavera y el verano. Por más que nos pasen desapercibidas, la tristeza y la alegría acotan sus espacios en función de las estaciones, igual que el roble centenario del herbazal da fe con sus cuatro mudanzas perfectamente sincronizadas con las claridades y las penumbras de las estaciones del año

El equinoccio de marzo ya está llamando a la puerta y, con su mera llamada, las cortinas de la primavera empiezan a desnudarse para colaborar en que la luz ocupe el lugar que le pertenece y, desde él, que establezca milimétricamente el segmento de lucencia de cada jornada.

Aunque, últimamente, el tiempo atmosférico anda loco de atar –algo estaremos haciendo los sapiens menos sapientes del universo–, el mero hecho de sentir la llamada de la primavera me empuja a despedirme de la tristeza invernal en italiano. Nótese que Vivaldi aunó su música con las estaciones para que los privados de la vista y del olfato las vivieran desde el sentido del oído. Ciao, tristezza, ci vediamo il anno prossimo. El porvenir, lo por venir atmosféricamente durante la primavera, forma parte de la alegría que justifica a la luz, al viento tenue, a la luna llena, a las miradas cómplices y al gin-tonic con piel de lima bajo las estrellas.

La primavera no es tiempo para desgracias, ni mentiras, ni traiciones, ni trampas de las que moran en la oscuridad. La alegría es una manifestación de la felicidad y tiene su sede permanente en la luz. La tristeza es una manifestación del dolor del alma y tiene su sede perpetua en la oscuridad.

La política, mire usted por dónde, ha aparecido como un oficio propio del sombrío invierno de las deslealtades, de los trucos lóbregos, de las noches pardas, de la luz ausente... Más allá de las estaciones del año, la tristeza también corre en función de las caprichosas arremetidas de la política que todo lo pinta de gris tirando a negro oscuro, con el que consecutivamente va amaestrando el paso municipal, autonómico y estatal del ciudadano, cada vez con menos tiento y cada vez con más desgaste. Es decir, independientemente de los estados de ánimo que biológicamente facilitan cada una de las estaciones, la desgraciada gracia de las políticas y los políticos, y las de sus cuitas imponen unos estados de ánimo tan desalmados como despiadados entre ellos. Y a nosotros los espectadores, nos salpica hasta empaparnos.

¿Qué sería, si no, de los espacios televisivos y de radio sin la graciosa colaboración de la política de todos los colores?: ¡Una ruina...! En el sentido íntegro de este párrafo, la permanencia de todas las cadenas de radio y televisión sería un manifiesto imposible sin el absorbente tiempo que dedican a las políticas de todos los colores. Además, ¿qué sería de los prestigiosísimos y primerísimos espadas y sus adláteres de las ondas del mundo mundial sin los enrevesados guiones mediatizados de la política? Una falacia.

Los políticos, especialmente los que viven de serlo, achican y condicionan la primavera, cuya etimología cuentan que proviene de «primer verdor», que es a lo que apuntan demasiados de nuestros dirigentes, a pesar de que sus edades ya estén alejadas de cualquier verdor posible. Nuestra política, en sus tres niveles –municipal, autonómico y nacional–, más que de verdores de lo que adolece es de algunos hervores políticos que le permita mirar más con amplitud de miras que con inevitable protagonismo

En cualquier caso, todos los que intervienen en el proceso político «podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera». Lo dijo el corpulento Neruda. Y se quedó tan tranquilo, cuentan... Así, que, adelante primavera, pasa, la puerta está abierta; ilumínanos a los torpes, a los listos y a los medio pensionistas, especialmente a los que gustan de hacer torpes malabarismos con nuestro futuro.

Ciao, ci vediamo, tristezza.