Opinión | Viento fresco

A la guerra que vaya tu tía

«La amenaza es total», dice la ministra de Defensa. Entran miedos y ganas de disfrutar

Margarita Robles.

Margarita Robles. / L. O.

La amenaza de guerra es total y absoluta», ha dicho la ministra de Defensa, Margarita Robles. En algunos países vuelve la posibilidad de la mili obligatoria y el compromiso de los que forman la UE es incrementar el gasto de defensa. Lo de Ucrania se encona, Putin concentra tropas en la frontera de Finlandia y alguien dijo el otro día en la radio que los dirigentes europeos parecen «sonámbulos». Me recordó el título, ese, ‘Sonámbulos’, de un libro sobre la I Guerra Mundial y sus causas escrito por Christopher Clark -absolutamente recomendable y didáctico- que se publicó con motivo del centenario de la contienda. Era aquel, el del 14, un mundo medianamente feliz aún con sus convulsiones que se vio inmerso en un conflicto que dejó veinte millones de muertos. Ya saben: campos de amapolas, trincheras, ratas y sangre. A estas alturas del artículo tiene usted ya el miedo en el cuerpo y la tostada fría, pero no se preocupe que el siguiente sorbo de café no va a ser color cenizo y sí alegre y primaveral. La ministra quiere decir, traducción libre, que respiremos la luz nueva que se posa en las ciudades, los primeros cucuruchos de vainilla, los merengues y torrijas, los potajes de vigilia y la alegría de una camisa blanca y limpia, recién planchada, con la que podemos arrojarnos a la calle bien temprano a disfrutar de la ciudad, de sus terrazas y vistas, de la tertulia, el aperitivo o las compras. Ya huele a azahar, y tanto, pero algunos huelen a guerra y quisieran volver a diezmar una generación que no quiere pasar del Erasmus a formar filas. No vamos aquí a citar eso tan manido de si quieres la paz prepara la guerra, porque lo que queremos preparar es el petate para evadirnos en Semana Santa y viajar y descubrir nuevas gentes, novedosos paisajes y monumentos cautivantes. Y las croquetas del lugar. No se trata de frivolizar o tal vez sí. Piense un momento en lo que habría sido su vida sin un puntito de frivolidad. Ya que no podemos evitar males mayores, dediquémonos a los placeres menores. Aún así, nos despreciemos nuestra fuerza colectiva para oponernos a la sinrazón. Cada uno desde su trinchera, otra vez la palabra. Trinchera dialéctica. Tan peligrosos pueden ser Trump o Putin como la pasividad.