Opinión | Viento fresco

César o nada

Puigdemont.

Puigdemont. / L. O.

Dice Puigdemont que si no es presidente dejará la política. Es una oportunidad de oro. Hay quien no sabe irse, quien se va más que Antoñete y quien, como esos viejos grupos rockeros, todos los días están anunciando la que será su «última gira». Puigdemont quiere polarizar la campaña: o él o el PSC de Salvador Illa, ninguneando de paso a ERC, cuyo Napoléon le ha tomado la afición a cruzar el Ebro e ir a provocar en el Senado a los presidentes del PP. Trolear lo llama él. Habrá entonces que llamarlo Troll. Es la Cámara de taifas. Pero aquí no nos interesa analizar la precampaña catalana y sí los motivos que pueda tener alguien para irse. Para dar la espantá. No sabemos de qué iba a vivir Puigdemont si deja la política, aunque es bien cierto que lleva una vida viviendo de lujo sin que sepamos muy bien quién ha pagado su casoplón belga. Mejor dicho: sí sabemos de qué vive. De la independencia. Tal vez entre las razones de este hombre para volver estén algunas de índole no menor: hace años que no ve su ciudad natal, tiene morriña de la butifarra, tal vez del mar Mediterráneo, de la brisa barcelonesa en las Ramblas o de comerse unas berenjenas de Almagro. Una vez, en pleno auge político de Artur Mas, puse un tuit diciendo Artur Mas come berenjenas de Almagro en la intimidad. Tuvo éxito. Se ve que nos va el surrealismo. No sé muy bien si lo que quise es incidir en cierta impostura nacionalista o recibir un premio del gremio de hosteleros de Almagro. Era muy de esperar que Puigdemont diera un giro inesperado en la campaña. Si no soy presidente, me voy, dice Puigdemont igual que el niño rico de la pandilla dice me llevo el balón si no marco. Un día estás tan tranquilo en tu casa y al siguiente puedes estar en la era post Puigdemont. Así de agitada es la vida. Le da más miedo la irrelevancia que la detención. Si no gana y la amnistía tarda, le va a entrar un complejo parecido al del rey Carlos de Inglaterra, que se tiró esperando la corona un montón de años. Puigdemont es un cesante de Galdós que busca de nuevo una canonjía, algo muy español. Un anomalía con ínfulas. Si bien se mira ha conseguido ya el referéndum: está preguntando a la gente si quiere que Cataluña se independice de Puigdemont. Anuncia que vendrá a la investidura y se ignora si en el aeropuerto lo recibirá la multitud o la indiferencia. Es más de viajar en maletero. Tarradellas dijo su famoso «ya estoy aquí», ja soc aquí, desde el balcón de Sant Jaume pero Puigdemont está hasta en la sopa y lo que le dicen es ¿otra vez estás aquí? Es un estar y no estar, un estar virtual. Su propuesta política principal es él mismo. Las papeletas llevarán su careto. El mensaje es César o nada. Qué se habrán creído estos romanos.