Opinión | Mirando al abismo

Estaciones y tiempo

Se supone que en el sur no existen las cuatro estaciones del año. Sí, es verdad que tienen nombre y fecha de aparición en el calendario, pero se quedaban en eso porque había dos estaciones que no hacían acto de presencia, la primavera y el otoño. De un tiempo a esta parte todo ha cambiado, nuestro clima se ha vuelto diferente, distante y raro. Ya no soy capaz de predecir si el día va a ser bueno o no solo con mirar por la ventana.

El invierno ha dejado de visitarnos y en su lugar ha aparecido el otoño haciéndose cargo del tiempo. Sus órdenes son que no haga mucho frío y que la humedad no sea suficiente para que llueva. Ante este panorama, observo mi armario, veo la ropa de invierno, que este año no me he puesto, y me invade la nostalgia pensando que un día me las puse sin pensar que sería la última vez. Miro al jersey morado y no sé si su última salida fue al trabajo, o si quizá vino conmigo a ver detenerse la tarde en un café con mis amigas. Siempre hay una parte de nosotros en la ropa que usamos y mi yo de invierno vive ahora en los cajones del armario.

Además, ha aparecido en escena la primavera, en su sentido más clásico y cambiante. Digo eso porque, en mi rincón del sur, la primavera era un añadido al verano con un tiempo estable y cálido que invitaba a usar mangas cortas y a visitar la playa algunos días. Ahora, en estos primeros días de mayo, no reconozco el tiempo de mi ciudad. Tenemos una primavera que nos trae en un mismo día frío, lluvia, calor y sol, y yo, que soy de tener emociones tan estables como el clima, no sé cómo sentirme al respecto. A mí modo de ver son demasiadas emociones para un solo día. Tenemos la nostalgia que traen el frío y la lluvia, y la irreverente rebeldía que nos traen el calor y el sol. Así, con esta amalgama de emociones, tengo yo que encarar los días, es normal, o así lo creo, que en ocasiones se me rebele la consciencia y se ponga en modo «agua de levante» y borre todo lo que se le ponga por delante.

Yo no sé vivir en esta indeterminación climática, soy un ser de costumbres y con poca tolerancia al cambio, pero no puedo hacer nada. El tiempo tiene el don de pasar a su modo, exactamente como quiere. Lo único que nos queda es soñar con el primer día de playa porque parece que el mar puede, por un instante, parar el tiempo.