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El PP, a la deriva en Cataluña

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en un mitin en Badalona.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en un mitin en Badalona. / EUROPA PRESS

Sobre la cabeza de Feijóo pende un gran interrogante que, a estas alturas del proceso político español, tan solo admite respuestas inquietantes: ¿puede una formación estatal gobernar con holgura y equilibrio este país si su presencia es marginal en las dos comunidades autónomas periféricas más caracterizadas, con problemas históricos de encaje en el Estado y con tensiones secesionistas que han generado los grandes conflictos que ha tenido que superar la democracia española en su última y ya larga etapa constitucional?

En Euskadi, el PP no ha conseguido en las últimas elecciones vencer su déficit histórico. Después de que el PSOE de Zapatero realizara la proeza de acabar definitivamente con ETA, el partido socialista es el gran referente estatal de Euskadi, y está incluso en condiciones de decidir quién gobernará en Euskadi en esta recién iniciada legislatura.

En Cataluña, la situación del PP es todavía peor. Los catalanes sin duda recuerdan el comportamiento intolerante del PP durante la etapa del tripartito –con manifestaciones en toda España contra al Estatuto de Autonomía catalán, que fue después mutilado, a presiones del PP, por el Tribunal Constitucional- y la incomprensión de Rajoy, exasperantemente pasivo, ante el surgimiento del ‘procés’, que solo mereció atención cuando Cataluña ardía en llamas y hubo que aplicar el art. 155 C.E., con la comprensiva aquiescencia del PSOE, que actuó con sentido del Estado. También recuerdan, evidentemente, a aquella fraudulenta ‘policía patriótica’, que a las órdenes del ministro Fernández Díaz y del presidente Rajoy, lanzó gravísimas calumnias sobre diversas personalidades catalanas para desacreditarlas. Y, por supuesto, están perfectamente al tanto de la oposición frontal del PP a los indultos a los condenados por el procés (de gobernar el PP, seguirían en prisión y/o a la espera de ingresar en ella muchos ciudadanos independentistas o colaboradores) y a la futura ley de Amnistía, que debe poner punto final a una crisis, que también ha sido social, que ha experimentado Cataluña en sus recovecos más personales.

Así las cosas, no es extraño que, según las últimas prospecciones, el PP haya caído sensiblemente y ya esté en situación de empate técnico con Vox, que mantiene un discurso parecido pero que al menos no tiene que soportar el lastre hiriente de sus errores más antiguos. Porque es ciertamente difícil justificar la conveniencia del voto al PP: Feijóo dice que hay evitar apoyar a PSC, ERC y Junts porque ‘son la misma cosa’ y acabarán, a su juicio, organizando un tripartito independentista; pero el candidato popular, Alberto Fernández, ofrece su apoyo al PSC siempre que rompa lazos con los independentistas, también en Madrid. Puesto que esta ruptura representaría el suicidio político del gobierno actual, se entenderá que el enunciado sea directamente absurdo. El socialismo, que forma un partido de estado, apoyó el 155 C.E. por razones de mucho peso que tenían que ver con la integridad del Estado, pero de ningún modo se vinculará a esta historia turbia de los populares en Cataluña que acaba de describirse.

Las últimas prospecciones que circulan por los mentideros aseguran que, junto al retroceso de última hora del PP, que podría verse superado por Vox, el PSC sigue impulsado al alza, aupado por la buena campaña de Illa, un personaje centrado que trasmite seguridad y que ha demostrado su capacidad de concordia y entendimiento. Es cierto que la formación de un gobierno progresista en Cataluña dependerá muy probablemente de la voluntad de Esquerra Republicana, que, si supera sus atavismos soberanistas, podría auspiciar una fórmula prácticamente idéntica a la que encabezó Maragall en 2003. Pero haya o no nuevas elecciones, la irrelevancia del PP quedará de manifiesto, y se acumulará al desastre cosechado en Euskadi.

Feijóo pensaba que este intenso ciclo electoral que concluirá el 9 de junio con las elecciones europeas le daría oxígeno para aproximarse a la presidencia del Gobierno tras el naufragio de la actual mayoría, pero bien pudiera suceder lo contrario. Aunque en las elecciones europeas es proverbial que los ciudadanos castiguen a los gobiernos (piensan que es un voto inocuo), el partido que puede salir damnificado por su falta de ofertas y expectativas es el PP. En todo caso, estamos a punto de comprobar o no esta hipótesis.

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