Domingo de Ramos
Prendimiento: La Tribuna de los Pobres se rinde al Capuchinero
El cortejo procesional del Prendimiento llena los escalones y la calle de "vivas" con el primer pulso de la Semana Santa de este año frente a la mítica escalinata del centro
Aunque resulte paradójico, esperar una hora y media en la Tribuna de los Pobres a una procesión es único, único e histórico. A estos adjetivos se suma el de necesario cuando se conoce a alguien que, como muchos otros, vive la Semana Santa con los hombros bajo los varales.
'Juana del Prendimiento' lleva saliendo en el traslado de Nuestro Padre Jesús del Prendimiento prácticamente los mismos años que tiene su hija, 22.
Hoy, como auténticas devotas, de esas que se deshacen en alabanzas, y no las de La Biblia, sino las que pisan el asfalto, son las primeras en la fila para verlo. "Este ha sido mi último año en el traslado. Me han jubilao".
Cuando arranca el cortejo y pasa la cruz guía, su vista se va directa al final de calle Carretería, con la esperanza de coincidir con la mirada del Señor. La imagen, en el momento de recibir el beso de Judas, se acerca con decisión hasta estar enfrente de la escalinata. Sin caber ni un alfiler en los escalones, el silencio se hace.
Como un susurro para los que están en las filas más atrás, alguien empieza a entonar una saeta. Es Chaparro de Málaga, junto a su tío al que conocen todos por su apellido: Mármol, el que, como Juana, se emociona, también en voz alta, al pensar en su último año bajo el trono de Capuchinos por motivos de salud.
Últimas veces y primeras. El primer pulso de la Semana Santa de este abril en la Tribuna. "¡Qué viva el Capuchinero!", gritan los devotos.
"¡Qué vivan los portadores de trono!". En dirección a calle Cisneros, solo sale pensar en la conjugación perfecta que consigue este cortejo entre marchas y pasos.
"Ahora solo falta esperar a la Virgen", dice Juana. Mientras tanto, una niña, que no superará los 6 años, pregunta a su madre: "¿Cuándo podré salir de nazareno?".
María Santísima del Gran Perdón no tarda en aparecer. Cerrar los ojos entonces, se vuelve una pesadilla. Varales llenos de ilusión, a lo lejos queda el olivo, y solo un poquito más cerquita, el águila bicéfala de uno de los laterales del cajón del trono de la Virgen.
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