Han pasado 25 años, dos décadas y media, mucho tiempo, pero para la afición cajista parece que fue ayer. Hoy, 18 de mayo de 2020, se cumple un cuarto de siglo de aquella inolvidable tarde-noche en Ciudad Jardín en la que un entonces modesto Unicaja, plagado de jugadores jóvenes formados en su «fábrica» de Los Guindos, se quedó a sólo 6,25 metros de ser campeón de la exigente Liga ACB

Michael Ansley, aquel peculiar ala-pívot americano poco atlético, pero sobrado de talento, que se autodenominó «mejor 4 de Europa», fue el protagonista principal de una jugada que ha marcado un antes y un después en un club, en una afición y en toda una ciudad.

Eran otros tiempos. Raimundo Trespalacios ocupaba el sillón presidencial del club cajista, el socialista Pedro Aparicio mandaba en la Casona del Parque y un joven Javier Imbroda dirigía un proyecto de equipo de baloncesto trabajador, descarado e insolente, construido con un puñado de jóvenes canteranos, con un gran trío de extranjeros y con un par de nacionales de prestigio. Una receta que resultó perfecta para dar un golpe encima de la mesa del status quo tradicional del baloncesto español de aquella época, en la que solo ganaban y aspiraban a los títulos el Joventut, el Real Madrid y el rival de aquella finalísima, el Barcelona.

Esa tarde-noche de mayo se disputaba el cuarto partido del «play off» final de la Liga 1994/95. Enfrente estaba el todopoderoso Barça como rival. Un equipo plagado de estrellas como Galilea, Jiménez, Xavi Fernández, Ferrán Martínez o Juan Antonio Montero, por poner algunos ejemplos.

La serie estaba 2-1 a favor los verdes. O sea, que una victoria aquel día habría dado el título a los costasoleños. Toda Málaga estaba pendiente de su equipo. No se hablaba de otra cosa en la calle, en los bares y en cualquier tertulia familiar, fuera o no de aficionados al deporte de la canasta. Varias pantallas gigantes repartidas por la ciudad permitieron que nadie se perdiera 40 minutos de los más recordados en la historia de este club. Se llegó a decir en aquel momento que se podría haber llenado cuatro veces el aforo de Ciudad Jardín si se hubieran atendido las peticiones de entradas de los aficionados de Málaga y del resto de España para aquella noche.

El partido no fue de gran belleza. Fue un choque duro, trabado, con un ambiente muy enrarecido contra Aíto García Reneses, entrenador culé, que había calentado las horas previas hablando de una supuesta «agresividad» de los jugadores verdes presuntamente permitida por los árbitros.

El caso es que el partido llegó igualado al momento final. Y entonces se gestó lo que ha pasado a ser un ataque para la historia. A 20 segundos del final, con 77-79 en el marcador a favor de los catalanes, Salva Díez, base blaugrana, dispuso de dos tiros libres. El riojano falló los dos. Miller capturó aquel rebote y Ansley le pidió la bola. El ala-pívot americano llevaba 36 puntos. Estaba caliente. Nadie en el Barça podía con él. Cogió el balón en su propia zona y avanzó andando hasta campo contrario. Botó, botó, botó... y así hasta 14 veces. Middleton le vigilaba de cerca mientras sus compañeros se abrían en la pista. Crowder marcaba a Babkov, Salva Díez a Nacho Rodríguez, Ferrán Martínez a Miller y Montero a Bosch. Pero Ansley ya había tomado una decisión... y todos lo sabían. La gloria o la decepción estaban en su mano. El americano dejó pasar los segundos hasta que se levantó desde la línea de tres. Ciudad Jardín enmudeció mientras el balón volaba camino del aro y... ¿del título? Pero aquel tiro que pudo variar la historia del baloncesto español no entró.

El paso de los años no ha borrado en la memoria de la afición verde aquella tarde de mayo de 1995. Todo el mundo recuerda lo que hizo aquella mañana. Dónde comió. Con quién pasó las horas previas al partido o lo que hizo después del triple de Ansley. Los que más imágenes tienen qué recordar son los cinco mil privilegiados que lo vivieron 'in situ'. Sus gritos de «campeones, campeones» o «no pasa nada, la Liga está ganada» aún retumban en Ciudad Jardín, 25 años después.

Hito sin igual

Aquella final fue especial por todo. No hubo título, pero por primera vez en el deporte sí hubo un trocito de gloria también para los perdedores. El Unicaja fue entonces el primer equipo distinto al Barcelona, Real Madrid o Joventut en jugar una final; también el que tenía una media de edad más joven y el único que había alcanzado la finalísima sin perder un solo partido en las eliminatorias de cuartos de final y semifinales. Aquel subcampeonato marcó un punto de inflexión en el básket de Málaga. Fue el principio de lo que vino después con Bozidar Maljkovic, Sergio Scariolo o Joan Plaza, los tres técnicos que han llevado a lo más alto al club cajista, con los títulos de la Copa Korac 2001, la Copa del Rey 2005, la Liga ACB 2006 y la Eurocup 2017.

Los 13 héroes

Nacho Rodríguez, Curro Ávalos, Ernesto Serrano, Dani Romero, Sergei Babkov, Manel Bosch, Gabi Ruiz, Michael Ansley, Alfonso Reyes, Kenny Miller, Gaby Campos, Ricardo Guillén y Freddy Navarrete son parte viva de la historia de un club que hoy, un cuarto de siglo después, recuerda con cariño el subtítulo más dulce de la historia del deporte.

Igual que el «gol de Cardeñosa», o el «gol de Pelé» o el «penalti de Djukic», para los anales de la historia de lo que nunca ocurrió quedará el «triple de Ansley». Ese tiro que dicen la hemeroteca y la videoteca que no entró... ¿O quizás sí?