Después de unas elecciones, los políticos se vuelven autocríticos y la política muda de piel. Es un acto de contrición colectiva al que llegan todos, igual desde la izquierda que desde la derecha, desde la derrota o desde la victoria. Debajo subyace el ánimo, la promesa o el compromiso de hacerlo mejor que la anterior. Esta vez, esta legislatura. Ese poso de autocrítica, de tomar conciencia de que la ciudadanía se ha alejado de la política, esa renovada responsabilidad de los representantes del pueblo ante el pueblo estuvo presente ayer en el discurso del presidente del Parlamento, Manuel Gracia (PSOE), y en el del diputado más longevo, Pedro Rodríguez (PP), encargado de abrir la sesión constitutiva de la novena legislatura.

Gracia presentó su presidencia como «parte de un nuevo tiempo político para Andalucía». Él instó a los parlamentarios a no convertir la Cámara – «centro de gravedad de la vida política andaluza»– en un patio de recreo. «Ésta es nuestra legitimidad de origen, pero tenemos que perfeccionarla. (...) No podemos perdernos en juegos florales alejados de la realidad ni enfangarnos en la descalificación, la bronca y el insulto», dijo. Rodríguez también se había detenido en ese cruce. «Les animo a buscar el consenso, a desechar el partidismo y la guerra de guerrillas».

Ambos hablaron como si acabaran de sobrevivir a una terrible tormenta que ha durado meses. El diputado popular y alcalde de Huelva se quejó de que su hija, el día antes mientras preparaba su alocución, le recriminara que «a la gente le aburren los discursos de los políticos».

«No corren buenos tiempos para la economía ni para la política», dijo Gracia, metido ya en su papel institucional. Recordó que durante los últimos meses el Parlamento andaluz (aún sin constituir) había sido objeto de duras críticas y menosprecios por sectores conservadores de la política, la empresa y la sociedad, reacias a aceptar el resultado de las urnas. «Estas elecciones han supuesto que una nueva mirada se dirija hacia Andalucía desde el resto de España, una mirada entre sorprendida y esperanzada, aunque también han vuelto a menospreciarnos», advirtió.

Consciente de que era la primera autoridad pública andaluza designada –el Gobierno continúa en funciones– Gracia contestó por primera vez y con rotundidad a esas críticas, integrando en su discurso a todos los diputados de la Cámara. «Me propongo ser la voz que aúne los sentimientos y las ideas de Andalucía cada vez que alguien nos ofenda, nos falte el respeto o nos desprecie. Cuando eso ocurra, venga de donde venga y haga quien lo haga, no tengan la menor duda de que ahí estará la presidencia del Parlamento para defender nuestra dignidad», sentenció.

Gracia fue elegido ayer gracias a los 47 votos del PSOE, 11 de IU (Juan Manuel Sánchez Gordillo dio un voto nulo) y la abstención de los 50 diputados del PP. Los populares, al final, no presentaron a su candidata a la presidencia, Esperanza Oña, a sabiendas de que el puesto ya estaba pactado de antemano por las fuerzas de izquierda. La vicepresidencia primera recayó en el único diputado de IU en la mesa, Ignacio García, cuyo nombre sonó mucho en las quinielas para presidir la Cámara, hasta que la federación de izquierdas renunció al sillón a cambio de obtener más consejerías en el futuro Gobierno de coalición.

La mesa la completan otros dos diputados del PSOE (Teresa Jiménez, como vicepresidenta tercera, y Remedios Martel), tres parlamentarios del PP (Esperanza Oña, vicepresidenta segunda, Patricia del Pozo y Manuel Andrés González). A Manuel Gracia le tocará pilotar reformas en el reglamento del Parlamento pactadas por las dos fuerzas de izquierdas, PSOE e IU, algunas con el apoyo del PP, como la iniciativa del escaño 110 –que servirá para presentar iniciativas populares– o la creación de comisiones de investigación. Otras prometen ser objeto de duras discusiones, como la reforma electoral (que podría ampliar el número de parlamentarios u optar por la circunscripción única, si prospera la tesis de IU). El nuevo presidente auguró que el Parlamento será más plural y transparente dentro de cuatro años.