Análisis

Festival de Málaga: la madurez llega cuando se empieza a decir «no»

La cita con el cine en español ha caído este año en el empacho: demasiadas películas, demasiados contenidos han terminado diluyendo el resultado final y generado un clima de cierta insatisfacción

Gerardo Herrero, subiendo al Cervantes a recoger su Premio Especial del Jurado

Gerardo Herrero, subiendo al Cervantes a recoger su Premio Especial del Jurado / Gregorio Marrero

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Cuando un actor o actriz empiezan su carrera tiene que bregar con los papeles que le ofrezcan, ejecutarlos con solvencia y dejando matices de talento personal, de personalidad propia e intransferible; poco a poco, el trabajo bien hecho y, claro, una pizca de fortuna y de sentido de la oportunidad, supondrán que el teléfono sonará para roles más interesantes, en proyectos de mayor enjundia, con directores más destacados. Y, entonces, comienza otra etapa para ese actor o esa actriz, en la que tendrá que aprender a decir «no» a los compromisos que no le sirvan para seguir elevando su nivel, prestigio y categoría. Pues justamente está en esa situación el Festival de Málaga, que en su vigésimo sexta edición ha cometido un pecado (con la mejor de las intenciones, eso sí): primar la cantidad, programando un récord de películas (más de 230), sobre la calidad. Toca reflexionar.

Una Sección Oficial con 22 películas (20 a competición), un apartado paralelo con otros 18 estrenos de largometrajes (Málaga Premiere), 8 en el concurso para la producción más alternativa (ZonaZine) y muchas, muchísimas otras obras para nutrir los espacios dedicados al documental, cortometraje, etc. Mucho no, demasiado. En su afán por resultar «útil» a la industria, como siempre señala el director, Juan Antonio Vigar, y su intención de configurar una panorámica lo más completa posible de la producción audiovisual en español, se ha caído en el pantagruelismo, en el empacho. Porque es impensable que haya 50 largometrajes españoles de estreno (y hablamos sólo de ficción) ya no buenos sino apreciables o interesantes en la primera cosecha de nuestro cine.

Y el problema no radica en que su programación sea ya inabarcable, en que los periodistas ya no den abasto con tantas proyecciones, sino que desde las productoras, las que confían en Málaga para lanzar sus proyectos, empieza a haber cierto malestar. La cita amable en la que siempre se han sentido mimadas, bien cuidadas, ahora es una especie de selva en la que hay que competir salvajemente por un poquito de atención, por el flash, por el espacio. Aunque al Festival le gustaría que uno de sus grandes eslóganes ("En la casa del cine español caben todos") fuese realidad, es imposible que lo sea. Al final, es un caso clásico de que por querer contentar a todos no se termina contentando a ninguno.

Lectura del palmarés del Festival de Málaga de 2023.

Lectura del palmarés del Festival de Málaga de 2023. / Jorge Zapata (EFE)

Factores diferenciales

También entre la Sección Oficial y la expandida Málaga Premiere han terminado ensombreciendo algunas de los apéndices más singulares del Festival de Málaga, que cuentan con bastantes adeptos y que suponen factores diferenciales: ZonaZine y Documentales. La avalancha de largometrajes ha desdibujado aún más la personalidad de la competición más underground (que lleva ya en franca decadencia y bastante desatendida unas cuantas ediciones ya) y ha restado cierta atención al apartado de la no ficción, siempre diseñado con brillantez desde el certamen.  

A veces menos es más, otras más es más, pero también en algunas ocasiones más es menos. Pocos días antes del comienzo de la vigésimo sexta edición del certamen, le pregunté precisamente a Vigar si no tenía cierto miedo a abarcar mucho y apretar poco habiéndose programado tantas películas. «Ése es un elemento de reflexión permanente. Tenemos que ser capaces de construir un festival que mantenga muy clara la utilidad hacia las películas que programa», me respondió. Habiendo cerrado ya la convocatoria, queda claro que la utilidad pasa, me temo, por adelgazar un tanto la parrilla y afinar más el tiro; por subvertir algo aquella letra tan recordada de Luis Eduardo Aute: «Cine, cine, cine / Un poco de menos cine, por favor». 

Éxito en el apartado industrial

De otro lado, desde el menos enfocado por los medios de comunicación (mea culpa), una parcela que sí crece bien, adecuada y calladamente es la industrial. Málaga empieza a ser una cita a tener en cuenta por los que transitan los pasillos y se sientan en las reuniones, y eso, aunque no ocupa titulares ni grandes fotos, es una de las grandes bazas de un festival a la hora de garantizarse su futuro. Me consta que bastantes de los asistentes a los encuentros y actividades de MAFIZ se marchan de Málaga más que contentos y que este apartado supone ya un mercado en el que se mueven bastantes millones de euros en proyectos. Y eso es algo capital.