Entrevista | Rocío Molina Bailaora y coreógrafa

Rocío Molina: «Desde que tengo a mi hija y ensayo menos tengo mucha más capacidad en el escenario»

Exponente del jondo más experimental y extremo, Molina regresa a su tierra el viernes (Teatro Cervantes) con 'Vuelta a Uno', fragmento de su 'Trilogía de la Guitarra'. Sólo baile y toque, investigación en la esencia

La malagueña lleva dos años girando cinco obras diferentes, así que ahora quiere aminorar el ritmo de producción y «no seguir la rueda del usar y tirar». 

Una imagen de archivo de Rocío Molina

Una imagen de archivo de Rocío Molina / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Rocío Molina (Málaga, 1984) reside y crea en La Aceitera, una residencia en pleno campo sevillano (Bollullos de la Mitación), ajena a todo menos a la vida. La figura más radical y elogiada del baile jondo actual hace tiempo, coincidiendo con su maternidad, decidió frenar su hiperactividad y atenar su nivel de autoexigencia. Y formuló su 'Trilogía de la Guitarra', tres obras en las que con el único acompañamiento de las seis cuerdas, sigue danzándose para buscarse. 'Vuelta a Uno', un fragmento de esta aventura esencialista, la traerá de nuevo a su tierra mañana mismo, al Teatro Cervantes, dentro de su festival Danza Málaga.   

Cuando anunció su Trilogía de la Guitarra, esa vuelta a lo esencial, me recordó a aquel director de la OFM que diseñó varias temporadas del abono con música exclusivamente de Beethoven para que la orquesta abandonara ciertos tics y vicios adquiridos. ¿Lo suyo también ha sido un proceso depurativo? 

 Para mí, la creación, al fin y al cabo, siempre consiste en ir hacia dentro e ir hacia dentro de cada momento. Así que yo siempre estoy en continua depuración o centrifugado [Risas]. 

Esta trilogía surgió, confiesa, en un momento de crisis personal y creativa. Tiempo después, incluso con una obra posterior como 'Carnación', volver a ella, ¿supone revivir esos momentos duros?

Los momentos de crisis son difíciles de atravesar pero también son maravillosos, tanto en cuanto a crecimiento como en canto a creación, porque te adentras en lugares que antes no conocías y salen cosas no importa si buenas o no buenas sino necesarias. Además, una cosa es hacer una obra y otra, convivir con ella. No olvidas el origen de la obra, de dónde vino, pero empiezas a aceptarla, la obra te va acompañando y se va transformando cada día. Aprendes a llevarla.

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¿Qué ha aprendido en esta vuelta a lo esencial, al baile y el toque?

Estar solo con una guitarra es muy complejo, sobre todo por lo que significa el flamenco, que suele venir acompañado del jaleo, la bulla, la intensidad... Pero la fuerza tiene muchas maneras de presentarse, no sólo siempre a través del exceso, del compás. Si además tengo la suerte de contar con alguien como Yerai Cortés se necesita poco:sólo tenerlo cerca, mirarlo a los ojos y que toque y yo empiezo a bailar sola [Risas]. 

¿Y qué aventura le deparará su carrera cuando zanje la última función de estas tres piezas? 

Llevo dos años girando cinco obras diferentes... Imagínese, cinco pieles distintas. Y no quiero formar parte de la absurdez de la productividad porque sí. Así que me he dado dos años de no hacer nueva producción para cuidar mis obras, disfrutarlas, que me acompañen y yo acompañarlas a ellas, dejarme seducir por otras cosas mas pequeñas pero importantes. Lo importante ahora es no seguir la rueda del usar y tirar.

Supongo que su maternidad habrá tenido que ver en ello. ¿Qué está aprendiendo de su hija?

Que, en realidad, no hay nada tan importante, sólo el tiempo de calidad y que para ello necesitas ser una persona cálida y no hermética.

Ha reducido su tiempo de ensayo y creación. A una perfeccionista como usted, ¿le preocupa rebajar su autoexigencia?

Es otro aprendizaje. Desde que tengo a mi hija y ensayo y bailo menos tengo mucha más capacidad en el escenario. Tengo mucha confianza en mi cuerpo, me ha demostrado que puedo confiar en él. Cuando tengo que estar, estoy incluso mucho más, con más presencia que cuando era más responsable, cuando estaba más horas en el estudio. El tiempo, su bagaje y su sabiduría hacen lo que tienen que hacer. No me preocupa.

Los momentos de crisis personal son difíciles pero maravillosos; salen cosas necesarias que no conocías

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¿Tampoco que su arte, conocido por sus conceptos extremos, vaya perdiendo en radicalidad por el paso de los años, la vida familiar, la madurez?

No creo que eso siempre sea así, pero no tengo miedo a avanzar en el tiempo. Confío en que lo que pueda creer hoy, mañana a lo mejor lo tengo que descreer. Lo que sí me da miedo es no poder verme en la distancia, ensimismarme y no poder verme, reconocerme. Pero teniendo el afán de aprender y con ingenuidad, incluso, me reconoceré. No me asusta llevarme la contraria mañana.  

Tantos premios y tantos reconocimientos, ¿ser considerada una bailaora de vanguardia es una presión o un estímulo?

No me gusta que sean presiones, me gusta que sean abrazos y motivos de celebración, que no me pesen.

¿Cómo lo consigue?

En un campo maravilloso, rodeada de árboles, con moscas y con mi hija y gatos y perros y arañitas [Risas]

¿Sigue sin tener televisor en La Aceitera?

Tengo uno para cuando viene mi madre, que mi madre sí lo quiere [Risas]. 

¿Y su hija?

En el cole tiene, tampoco se trata de aislarla de estas cosas. Pero ella prefiere salir al campo a estar con las gallinas antes que ver pantallas.