Vázquez Montalbán y Camilleri, dos amigos hablan

«No tenía ninguna necesidad de conocer a Vázquez Montalbán. Sé perfectamente que, en el noventa y nueve por ciento de los casos, cuando se conoce al escritor amado, se sufren terribles desilusiones». Es Andrea Camilleri quien pronuncia esas palabras en el arranque de la última de las cuatro conversaciones que recoge este pequeño y delicioso libro, que sirve de testimonio de la breve amistad que compartieron estos dos grandes escritores. En estos encuentros, sucedidos entre 1998 y 2000, Camilleri y Vázquez Montalbán desarrollan esa amistad y la trenzan de literatura, comunismo e ironía. Y además, el lector tiene la suerte de poder curiosear en estos diálogos espontáneos y socarrones sobre el oficio de escribir.

En menos de 100 páginas, Altamarea ha reunido muchas confesiones, secretos y manías de dos autores fundamentales para el policiaco europeo. Si Camilleri (1925-2019) se acercó con temor a la primera de sus citas, ninguno de sus lectores ignora la admiración que profesaba por Vázquez Montalbán (1939-2003), ya en la última, apenas dos años después de la primera, somos testigos del reencuentro de dos buenos amigos. Entre esos dos momentos, lo que sucede en un amor a primera vista.

Es obvio recomendar estas ‘Conversaciones sobre la escritura’ a cualquier aficionado a las novelas de Pepe Carvalho y el Comisario Montalbano, de hecho estas páginas están repletas de curiosas claves íntimas sobre los dos detectives, tan parecidos y tan distintos. Pero su interés es mucho mayor. Con sencillez, sin apenas pretensiones, lo que Camilleri y Vázquez Montalbán construyen juntos es una desencantada reflexión sobre la vida, la sociedad y la literatura. Tampoco pasaba el comunismo por sus mejores años mientras ellos conversaban -¿acaso ha existido una buena época para esa ideología?-, y esa deriva nostálgica también planea en sus palabras. Porque para ambos ese compromiso es comparable al que profesan por la escritura.

«En cierto sentido, la novela policiaca presupone una metafísica, la existencia de Dios, de la gracia, de un mundo más allá del mundo físico». Es Camilleri quien introduce a Leonardo Sciascia en sus charlas con Vázquez Montalbán, refiriéndose al maestro siciliano como «un amigo común». Esa metafísica no es del gusto del padre de Carvalho, pero pese a negarlo también deja esta reflexión: «El detective es un punto de vista. Es la búsqueda de la verdad final, la posibilidad del viaje filosófico de la investigación, que quiere decir prescindir de los personajes para llegar finalmente al núcleo de la verdad».

«Para acabar quisiera decir algo acerca de la inmensa generosidad de mi anfitrión. Todos escribimos con la esperanza de encontrar un lector como mi anfitrión. Yo también he leído los libros de Camilleri y espero poder llegar a ser para él un lector igual de válido». Es Manuel Vázquez Montalbán quien cerró así su primera conversación con Camilleri, en la que el siciliano entrevistó al catalán. Lo que pudo haber quedado en otro compromiso más, quizá en una manera elegante de ganar lectores y algo de publicidad, terminó siendo el comienzo de una hermosa amistad. Este libro es la prueba.

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