Los héroes anónimos de Erich Hackl

Tiene la escritura del austriaco Erich Hackl (Steyr, 1954) la virtud de enfocar con lupa literaria a personas reales y anónimas, la de convertir en protagonistas a esas piezas accesorias e ignotas del gran ensamblaje de la Historia en sus tiempos más oscuros.

De ahí que, por las novelas de este escritor y también traductor de español, antiguo estudiante de Filología Hispánica en Salamanca y Málaga, hayan desfilado desde una joven argentina, víctima de la dictadura de Vileda (‘Como si un ángel’); un truculento crimen familiar durante la Segunda República española (‘Los motivos de Aurora’); un matrimonio de ‘malos alemanes’ comunistas en tiempos de Hitler (‘El lado vacío del corazón’) o una niña gitana que pereció a manos de los nazis (‘Adiós a Sidonie’).

En su nueva novela, ‘La cuerda invisible’, editada por Periférica, vuelve el autor austriaco a rescatar del olvido a personajes zarandeados por la injusticia y la opresión, de nuevo en la Austria anexionada por los nazis.

En esta ocasión se trata de Reinhold Duschka, un artesano humilde cuya pasión es el alpinismo y que, cuando arrecien los vientos del Holocausto, esconderá en su taller de Viena a Regina Steinig y Lucía Kraus, madre e hija judías.

La particularidad del discreto Duschka es que su acción heroica, que se desarrolló durante cuatro largos años, de 1941 a 1945, apenas fue conocida por su entorno y no fue hasta que llegó a nonagenario cuando aceptó la distinción de Justo de las Naciones, que le concedió el Centro Mundial de Conmemoración del Holocausto, en Jerusalén.

En las novelas de Erich Hackl hay detrás un largo y paciente trabajo de investigación, pero apenas se suele apreciar ese armazón que le aproximaría más al trabajo periodístico. Con su verbo escueto, con las palabras imprescindibles -sus novelas suelen ser muy cortas- el escritor sigue el día a día de las refugiadas judías, que en el corazón de Austria han escapado, gracias a ese modesto artesano de piezas de latón, del exterminio industrial llevado a cabo por los nazis.

La sobriedad no es sinónimo de frialdad y como es norma en sus novelas es precisamente ese tono medido el que engancha y emociona. La cuerda invisible de los buenos libros.

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