La lucha contra ETA en el ocaso del franquismo

En el verano del año 2000, el verano en el que el Real Madrid fichó a Figo, el joven Arturo Muñoz transitaba entre la ilusión por aquel fichaje y el miedo por pensar que a su padre podría matarlo ETA, un miedo que entonces se convirtió en su único pensamiento, el pensamiento de que su padre, el escritor Antonio Muñoz Molina, podía ser objetivo de la banda terrorista.

Años después en el mítico bar Provincias, de Granada, su amigo Mario, hijo de un guardia civil recién jubilado, le pone en el disparadero de ‘Por un túnel de silencio’ su excelente debut literario. Arturo Muñoz lo hace arriesgando al máximo pese a ser un debutante. Con un relato que tiene el escenario de la historia trágicamente maniquea del terrorismo de ETA y que él, escribiendo sin prejuicios y con la equidistancia que da el tiempo y el buen juicio, convierte en una novela escrita con originalidad y con una perspectiva poco o nada habitual sobre lo que estamos acostumbrados a oír o escuchar sobre el terrorismo de ETA.

Arturo Muñoz no esconde sus cartas. A partir del hilo de la memoria de Paco Trassierra, el guardia civil granadino que trabajó en el cuartel de Guernica en los últimos años del franquismo, intenta en un principio describir una historia de buenos y malos. Al interesarse por la muerte de un guardia civil durante el franquismo, sentía la obligación de relatar también la de un opositor maltratado por la dictadura.

Paco Trassierra le cuenta cómo entró en el servicio de información de la Guardia Civil y desde ahí participó en la desarticulación de dos comandos de ETA, en el descubrimiento del cuartel general de la banda en Vizcaya o en el asalto a la vivienda de un matrimonio que había acogido -al parecer sin saberlo- a dos etarras que acababan de asesinar a un guardia civil. La operación se saldó con la muerte de los esposos y de un oficial de la benemérita.

Fueron años difíciles, pero como Paco le decía, nada que ver con los que vinieron después, los llamados años del plomo donde ETA asesinaba casi a diario.

El relato cobra importancia y además altura literaria cuando Arturo Muñoz deja de lado sus prejuicios iniciales, que honestamente había expuesto, se aleja de lo ideológico o político y da todo el protagonismo al relato humano, al de los hombres y sus verdades particulares. Es entonces cuando el relato de Paco Trassiera, su historia humana, cobra fuerza y sentido en la pluma de Arturo Muñoz.

Es cuando ese túnel de silencio se abre y se ilumina con el relato, ahora sí, deslumbrante de Arturo Muñoz. Pero la fuerza del relato, su enorme profundidad narrativa se la da la honradez en la exposición de todos los juicios y prejuicios que lo convierten en un relato redondo.

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