Alianza

Centenario de prosa poética

Pedro Salinas empezó a traducir ‘En busca del tiempo perdido’ cuando su autor, Marcel Proust, de cuya muerte se acaba de cumplir cien años, aún vivía. Su estancia en París, su educación francesa y su mujer lo llevaron a asumir el reto

Pedro Salinas

Pedro Salinas / Carlos Marichal Salinas

Carlos Marichal Salinas

La obra de Marcel Proust (Neuilly Auteuil-Passy, 1871-París, 1922) sigue siendo fuente de inspiración pero también expresión del misterio del redescubrimiento de la vida en el plano más íntimo, a través de los recuerdos desde la infancia, permitiendo recuperar un mundo y una vida pasados que se tornan presentes. Es ese el esfuerzo que realizó en su monumental novela, En busca del tiempo perdido, construida a partir de largas y atractivas secuencias de palabras y frases, delicadamente hilvanadas y conectadas, que propusieron nuevas formas de reconstruir el pasado más personal de cada quien. La suya era una prosa poética, de gran profundidad psicológica, que cambió la escritura y la creatividad artística desde temprano en el siglo XX. Comenzó a publicarse En busca del tiempo perdido en 1913, pero la muerte alcanzó a Proust en noviembre de 1922, antes de poder ver la edición de los últimos tres volúmenes. Durante fin de año de 2022 y en los primeros meses de 2023 se celebran en Francia y Canadá numerosos eventos en bibliotecas y universidades para recordar a uno de los más influyentes escritores del último siglo.

En España, Alianza se adelantó a la conmemoración centenaria hace algún tiempo con la publicación de lo que podría denominarse la edición príncipe de la magna obra de Proust, traducida en secuencias sucesivas por Pedro Salinas, José María Quiroga Pla, y Consuelo Berges. Los dos primeros tomos –Por el camino de Swann y A la sombra de las muchachas en flor– fueron traducidos por Salinas y publicados precisamente hace un siglo por la editorial Nieto y Cia de Madrid. Nueve años más tarde siguió la publicación de El mundo de Guermantes, traducción conjunta de Salinas con Pla, mientras Berges llevó a cabo la titánica obra de traducir los últimos cuatro volúmenes, publicados ya en 1968.

Sigue siendo hasta cierto punto un misterio de porqué a Salinas (Madrid, 1891-Boston, 1951) se le ocurrió traducir a Proust, pero sin duda mucho tiene que ver con su estancia en París como lector en la Sorbona durante la Primera Guerra Mundial, en los años cuando los primeros volúmenes de En busca del tiempo perdido comenzaban a aparecer en las librerías de la ciudad luz. Sin embargo, existen otros antecedentes que explican la afición del joven madrileño por la lengua y la cultura francesa. De niño y joven, vivió con su madre, Soledad Serrano, que era viuda, en La Latina de Madrid, en una casa de pisos de la que ella era dueña, que le daba rentas suficientes para sobrevivir con cierto decoro. Doña Soledad quiso que su hijo estudiara en el Colegio Hispano Francés, que estaba muy cerca en la calle de Toledo, donde Salinas comenzó a aprender el idioma desde los 6 años. Luego siguieron sus estudios secundarios en el cercano Instituto San Isidro, posiblemente la escuela de Madrid donde ha estudiado el mayor número de destacados escritores desde fines del siglo XVI en adelante: su biblioteca era (y es) rica en literatura francesa, lo que debió alimentar el espiritu lírico del joven Salinas.

Otra fuente de información sobre la familiaridad de Salinas con el francés proviene de su correspondencia que dirigía a su novia. Salinas conoció a Margarita Bonmatí en Santa Pola en el verano de 1911 ya que al poeta se le antojaba disfrutar del mar y de la playa en verano. Paseando por Santa Pola, se quedó prendado de la joven, quien lucía un vestido blanco precioso y una cabellera que le resultaron inmensamente atractivos. Pero, además, es casi seguro que se enamoró de Margarita no solo por su belleza, también por su cultura francesa, ya que ella pertenecía a una familia –como tantas alicantinas de la época– que había emigrado a Argelia. Es probable inclusive que inicialmente se comunicaran en parte en francés, al menos durante algunos años.

Acertada predicción.

Poco después, Salinas obtuvo una beca de la Junta de Ampliación de Estudios en Madrid para seguir con sus estudios y trabajos, consiguiendo en 1914 una plaza de lector de español en la Sorbona. En el verano de 1915, Salinas se casó con Margarita y el matrimonio fue a vivir a París, donde el poeta continuó con su trabajo como lector de español en la universidad. Puede parecer algo atrevido que Salinas llevara a su esposa a la capital francesa en esta época, considerando que estaba en plena marcha la Primera Guerra Mundial y las tropas alemanas a cien kilómetros de la capital francesa. Pero en París seguía la vida con bastante normalidad, los artistas trabajaban, los profesores daban sus clases, en fin…

Es probable que Salinas iniciase bastante pronto la traducción de las primeras partes de la obra de Proust, en tanto supo reconocer el genio de esta obra, que inauguraba toda una nueva época en la literatura europea. No se equivocó en su predicción y durante varios años se empeñó en la dura labor de poner en castellano a los primeros volúmenes de En busca del tiempo perdido. En este trabajo fue esencial el aliento de Margarita, cuyo apoyo constante al poeta conocemos gracias a la labor de una distinguida profesora de la Universidad Complutense, Elisa Ruiz, quien recientemente ha recuperado y editado las luminosas cartas que su esposa le escribió durante décadas a una gran amiga, la estupenda literata francesa Mathilde Pomès. A través de ellas, descubrimos que Margarita era una mujer de gran sensibilidad y tacto, pero también de pasión y cultura. También la enorme labor que realizó Pomès desde esta época en la Sorbona y en el mundo editorial francés, ya que fue la traductora más prolífica de la obra de la mayor parte de los poetas de la generación de 1927.

Después de su estancia en París, Salinas obtuvo una cátedra de literatura en Sevilla hacia 1920, donde residió, dio clases y escribió hasta cerca de 1929, cuando se trasladó de nuevo a Madrid. Ya desde 1932, durante la República, también se dio a la tarea de organizar la Universidad Internacional de Verano en Santander, en el Palacio de la Magdalena, junto al mar. Precisamente allí, el estallido de la guerra civil agarró a Salinas, su familia y a todos los asistentes de la Universidad de Verano. Fue entonces que Salinas y su familia salieron al exilio, en Estados Unidos y en Puerto Rico, donde está enterrado. Siguió publicando poesía y ensayo durante el exilio, pero curiosamente de todas sus obras la más vendida ha sido su traducción de Proust, publicada en su primera edición hace ya un siglo.

*Carlos Marichal Salinas es profesor investigador en el Centro de Estudios Históricos de México. Nieto de Pedro Salinas

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