Música

Chuck Berry: el gigante hacedor de todo

El periodista RJ Smith recorre la trayectoria artística y personal del padre del rock’n’roll, y por ende de la música contemporánea, en un completo y necesario volumen editado por la editorial Neo Person

Chuck Berry en pleno concierto

Chuck Berry en pleno concierto / L. O.

Puede que no lo sepas o que no seas consciente de ello, pero Chuck Berry está en todo lo que escuchas. No le des más vueltas: es así. Poco importa que el rock no te interese nada, o que te parezca cosa de carcas porque lo tuyo es el trap. Lo siento, pero la herencia del viejo de Misuri también está presente en las letras sexualizadas y el perreo del que tanto disfrutas. La verdad es que está en cada una de las fruslerías de autotune que salen de tu altavoz bluetooth. Resulta evidente que Berry vive en las canciones de los Stones, los Who, Led Zeppelin, AC/DC, Leño, Fito, Extremoduro y Los Zigarros, pero es que también lo hace en las de Rauw Alejandro, Nebulossa, Quevedo, Taylor Swift, Madonna, Daft Punk, Lana Del Rey, Arde Bogotá y el insufrible Benito Antonio Martínez Ocasio.

Y, por supuesto, no encontrarás a ni un solo guitarrista en el mundo que no haya pasado por sus clases ni se haya enamorado de su Gibson ES-335. Es el Miguel Ángel de la música contemporánea; el arquitecto del castillo desde el que reinó Elvis y del que surgieron la beatlemanía, la invasión británica, el punk, la new wave, el rap, el grunge, el reguetón… Es el padre artístico de Lennon, Jagger, Cash, Dylan, Bowie, Springsteen, Cohen, Björk, Bono, Lady Gaga, Rosalía, Karol G… Y a nadie le importa que, aunque haya estado tocando hasta los 90 años –falleció en 2017–, no sepas nada de él. A él tampoco le hubiera importado: Charles Edward Anderson Berry, la única persona capaz de partirle la cara a Keith Richard, nunca se consideró un músico esencial.

Según explica con deliciosa precisión el periodista RJ Smith, autor de ‘Chuck Berry. La biografía definitiva’, volumen editado por la editorial Neo Person, a Chuck «le costaba aceptar el cariño que recibía del público de todo el mundo». Vamos, que era un tipo bastante antipático y poco amigo de los cuñados de turno. Si algún listillo se atrevía a preguntarle «cómo se sentía siendo el padre del rock’n’roll, se indignaba». Su legado es de tal solidez que no necesitaba defenderlo, ni explicarlo, ni darle más vueltas. Su música negra fue blanqueada y rentabilizada en primera instancia por el Cuarteto del Millón de Dólares y compañía. Después vendrían los Beatles y todos los que llegaron detrás. Nunca persiguió el ascenso mediático, no era una persona accesible. Solo le interesaban los coches, las mujeres y el dinero, por lo que su nombre fue diluyéndose en el tiempo hasta casi desaparecer. Por eso ahora pocos lo conocen y reivindican, aunque todos salten a la pista a mover las rodillas y pasarse las manos por delante de los ojos al escuchar la inimitable intro de… ¡¡la canción de Pulp Fiction!! (C’est La Vie, amigos…, y así de puñetera).

RJ Smith recorre en este completo y necesario volumen toda la trayectoria artística y personal del inventor del paso del pato. Un tipo inquieto y creativo que idolatraba a Muddy Waters, a quien visitó en Chicago en 1955 para pedirle ayuda: quería ser músico y grabar sus propias canciones. Waters le dio al joven la dirección de su sello discográfico para que entregase su material. Leonard Chess le abrió las puertas de Chess Records y el rock inició su revolución al ritmo de canciones como ‘Maybellene’, ‘Roll Over Beethoven’, ‘School Days’, ‘Rock and Roll Music’, ‘Sweet Little Sixteen’… La locura se desató entre los jóvenes norteamericanos: los cambios sociales, raciales, sexuales y culturales que se producirían años después comenzaron con las letras y acordes de estos temas. ¡Y todavía estaba por llegar ‘Johnny B. Goode’!, composición sobre la que descansan los cimientos de la iglesia del rock. Berry nunca confesó que la letra hablase de él, pero era imposible no relacionarlo con la historia del joven de Luisiana que, gracias a su tesón y habilidad con la guitarra, se «granjearía el amor y el respeto de las masas», y también por que el ‘Goode’ añadido al título es el nombre de la calle de St. Louis donde se había criado de pequeño.

A su difícil carácter y tacañería (o cobraba por adelantado o no aparecía) hay que añadir algunos asuntos de drogas, evasión de impuestos y un turbio episodio por instalar cámaras en los baños de mujeres de un restaurante de su propiedad que Berry protagonizó a lo largo de su vida. Precisamente, esta biografía no pasa de largo por las miserias del músico. Todos lo contrario: las detalla y deja constancia de su lado oscuro. Chuck Berry hizo que la música de los artistas de color llenase las habitaciones de los jóvenes en un país en el que ni él ni los suyos podían entrar en los mismos restaurantes, cines o baños. Nunca quiso medallas ni adulaciones, le bastaba con sentirse orgulloso de su hazaña. «Estoy seguro de que ningún blanco puede saber lo que se siente cuando se obtiene el respeto de una raza que te lo ha negado toda la vida».

Chuck Berry. La biografía definitiva

Autor: R. J. SMITh

Editorial: Neo Person

Traducción: Ainhoa Segura Alcalde

Precio: 24,70 €