Crónicas de la ciudad

Una corbata ‘merdellona’ para Pablo Ruiz Picasso

Algún guasón colocó esta semana una corbata imposible a la escultura del artista en la plaza de la Merced - El pintor malagueño, probablemente, habría estado encantado

El artista, sedente y acorbatado, en la mañana del pasado miércoles. | A.V.

El artista, sedente y acorbatado, en la mañana del pasado miércoles. | A.V. / Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

En ocasiones, el elemento clave para datar una pieza arqueológica no pasa por el carbono 14, el texto inscrito en la pieza o los pigmentos empleados. Más de un arqueólogo ha datado el busto romano de una mujer en atención a su peinado.

Complicado lo tendrán los especialistas del futuro si sólo atienden a la indumentaria masculina a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI, formada en muchas ocasiones de la vida por el eterno traje de chaqueta, camisa y corbata.

Desde que en los años 20 del siglo pasado se fuera desterrando el cuello alto y duro de la década anterior, pocas han sido las modificaciones del uniforme del varón.

Atendiendo únicamente a estos parámetros de la moda, el guasón que el pasado miércoles colocó una corbata al cuello de la escultura sedente de Pablo Ruiz Picasso, en la plaza de la Merced, pudo haberlo hecho en un arco comprendido entre los años 60 y la actualidad.

Ciertamente, si se fijan en la corbata es, como asegura una comparación escuchada en Málaga hace años, «más fea que una chiquetá de mierda en una corbata blanca», con perdón.

El diseño merdellón de la misma entroncaría, de haber gozado de más metros de tela, con las kilométricas corbatas que lucía Luis Aguilé pero también -y con la extensión actual- con la que exhibe Peter Sellers, transmutado en actor indio en la película ‘El guateque’, de 1968.

Sin ánimo de alentar estas demostraciones de guasa, siempre resulta menos nocivo para el patrimonio municipal colgarle una corbata a Picasso que pintársela con spray, práctica que, de higos a brevas, realizan los grafiteros más neandertales de esta ciudad.

Además, los testimonios de tantas personas que trataron al artista, así como las pruebas gráficas evidencian que Picasso perteneció a la inolvidable categoría malaguita de los ‘majarones perdíos’, una desnortación autóctona que además de perturbados no detectados por la Ciencia también produce genios.

En conclusión, intuye con humildad el firmante que el gran pintor habría estado encantado de lucir una corbata tan maravillosamente merdellona... y mucho más convertido en escultura pública.

Por los pelos

El miércoles hablamos del peligrosísimo camino ‘peatonal’ a Monte Dorado. Ese mismo día, un vecino llamó para contar que estuvo a punto de atropellar a un viandante que, para evitar la colisión con su coche, se tiró al canal de aguas pluviales. Hay que hacer algo ya con este disparate.