Crónicas de la ciudad

La calima y la fuente del Tempus Fugit de 1849

Ayer, el Cementerio Histórico de San Miguel limpió de calima del simbólico reloj de arena alado de la plaza del Patrocinio.

Detalle del reloj de arena de la fuente del Tempus Fugit, hace unos días.

Detalle del reloj de arena de la fuente del Tempus Fugit, hace unos días. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Mucho más descriptivo y directo que la frase «hacer spoiler» es el verbo español «destripar». En este sentido, el firmante cree que no destripa nada al contar el final de ‘Las minas del rey Salomón’, la maravillosa novela de aventuras de Henry Rider Haggart, dado que se publicó cuando Pablo Ruiz Picasso estaba a punto de cumplir 3 años.

Como sabrán quienes han leído el libro o visto alguna de sus (edulcoradas) adaptaciones al cine, cuando los aventureros llegan a las famosas minas descubren con estupor el mausoleo de los reyes de la tribu, con los desmejorados cuerpos regios transformados en estalactitas, como si fueran insectos prehistóricos en una gota de ámbar.

Tan impactante imagen conecta, por cierto, con ‘Ötzi’, ese hombre de los hielos localizado en los Alpes que hace 5.200 años salió a por tabaco y nunca más volvió, aunque las nieves del lugar lo conservaron fresco.

También el Patrimonio de Málaga se puede conservar como un salmonete si encuentra la ‘cubrición adecuada’ que le permita hacer mutis por el foro unas cuantas generaciones.

Como dijimos en su día, la calima, siempre que no se repitiera, podría convertirse en una ‘prueba del algodón’ para medir el grado de limpieza de una calle o una escultura, de tal manera que si en unos años aún luciera costras importantes de color Sahara, sabríamos que no le pasan la mopa desde marzo de 2022.

Y en el caso de que la limpieza se retrasara, pierdan cuidado porque la calima haría de eficaz ‘agente conservero’. Lo hemos podido intuir con una de las fuentes más antiguas de Málaga, la del ‘Tempus Fugit’ en la plaza del Patrocinio, en la explanada del Cementerio de San Miguel.

Esta vieja conocida de la sección fue realizada en 1849, cuando el camposanto marcaba el final de Málaga. El Ayuntamiento la recuperó a fondo hace unos años y dejó de ser un pilón en el que nuestros paisanos más neandertales arrojaban las piezas rotas de sus coches.

Recuperada la fuente ornamental, con sus chorritos de agua y sus llaves laterales; en lo alto del obelisco de ágata brillaba lustrosa la pieza más llamativa: un reloj de arena de hierro fundido y dotado de alas, símbolo evidente de que el tiempo vuela.

La calima, sin embargo, embadurnó el reloj como si fuera a preservarlo 5.000 años. Afortunadamente, no caerá esa breva milenaria.

Ayer, informaba Jorge Serra, director del Cementerio Histórico de San Miguel, técnicos del camposanto retiraron la calima de la preciosa fuente para que siga marcando nuestro tiempo fugaz

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