Crónicas de la ciudad
Un parking eterno y terrizo en mitad de Segalerva
Zona verde en el PGOU del 83, al igual que los terrenos de Repsol este triángulo de Segalerva perdió enteros medioambientales. Hoy es un veterano parking zarrapastroso
A nadie deberá sorprender si en un futuro próximo los arqueólogos localizan en cierto rincón de Málaga un ingente y, sobre todo, variopinto tesoro formado por barcas fenicias, literas de transporte romanas, carros cartagineses, aparejos de postas del Siglo de Oro, alguna destartalada diligencia de tiempos de Isabel II, un par de automóviles Ford de 1910 y, de ahí para adelante, piezas de repuesto de todo tipo de automóviles y patinetes, hasta nuestros días.
En suma, los expertos se toparían con un auténtico Museo del Transporte bajo el subsuelo de Málaga, como el que en la superficie, de forma tan diligente, no dejan de mantener y aumentar con nuevas piezas los socios del colectivo malagueño Tran-Bus, con José Ramón Rodríguez a la cabeza.
Tan ingente tesoro arqueológico es muy posible que se encontrara en una parcela que, desde que el mundo es mundo o al menos, desde que los malagueños más viejos tienen recuerdos, ha servido para arrumbar en ella todo tipo de medios de transporte.
Alguna vez ha desfilado por la sección este veterano triángulo, que lleva con su función primigenia desde tiempo inmemorial.
Se encuentra a la espalda del psiquiátrico de mujeres de Capuchinos, en la calle Rosario Pino con calle Sotomayor. En las fotos aéreas de hace 40 años ya se tuestan al sol un par de coches y en las de hace 70, la falta de nitidez sólo permite apreciar que se trata del mismo descampado triangular, con un par de eucaliptos que hoy exhiben unos troncos inmensos, prueba de que incluso llevan más años en su puesto que Jordi Hurtado.
Lo llamativo es que, en esta Málaga en la que se aprovecha cualquier hueco para hacer caja y levantar una torre de pisos, nuestro Ayuntamiento no haya planeado ya un edificio "de referencia" del montón. Antes al contrario, la parcela sigue siendo el mismo terrizo zarrapastroso de siempre, por el que los coches culebrean como pueden en busca de un aparcamiento y si llueve y se embarra, que cada palo aguante su vela.
Pero no sólo tiran para adelante los enormes eucaliptos, acostumbrados a una existencia espartana.En otra esquina de este triángulo olvidado por nuestros urbanistas, adaptados al terreno crecen una floreciente y rosada adelfa y un ficus.
En el PGOU del 83, todo el triángulo se contemplaba como zona verde, pero como pasó con los terrenos de Repsol, en los PGOU siguientes hubo un inexplicable retroceso medioambiental y la parcela en cuestión es hoy una etéreo espacio libre. Excavemos a ver qué pasa.
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