Crónicas de la ciudad
La excéntrica cerrajería de la calle Edward Elgar
Continúa en pie esta abandonada construcción que estrecha la carretera por sorpresa y pone en peligro a los peatones, al hacer de inesperado espolón callejero
Ayer esta sección hablaba de la glorieta con el nombre de La Isla, en calle Ferrocarril con la calle Edward Elgar. Como saben, el barrio debe su nombre a que era una isla de casas mata asomada a la ‘orilla’ de la Carretera de Cádiz, enmarcada por las tapias de las numerosas fábricas vecinas y con calle Velasco como vía principal.
Justo a la derecha de calle Velasco, donde hoy pasa el necesario pero poco transitado puente de Juan Pablo II, comenzaba un arracimado espacio de naves y talleres, buena parte de los cuales seguían en pie en los años 80 del siglo pasado, aunque en la década siguiente la inmensa mayoría hizo mutis por el foro.
Quedó, literalmente, fuera de lugar, una modesta cerrajería, que ni estaba alineada con las casas de la calle Pulgar, de la que es la última construcción, ni tampoco con la nueva calle que se abrió ya en este siglo, dedicada al gran músico inglés Elgar.
El doble desajuste de la destartalada cerrajería, abandonada desde hace años, ha creado un paisaje urbanístico excéntrico que recuerda al famoso espolón de casas de la Acera de la Marina, eliminado en los años 50 del siglo pasado para conectar mejor el Parque con la Alameda sin necesidad de dar un requiebro.
Este mismo papel de espolón cumple desde la urbanización de la calle Edward Elgar la descuajaringada cerrajería, que se ha convertido en un peligro para coches y peatones al estrangular la vía por sorpresa y sin ningún miramiento.
De hecho, esta calle de dirección única y dos vías cuenta con unas grandes flechas en el suelo para que el conductor que transite por el carril de la izquierda, vaya pensando en pasarse a la derecha rapidito si no quiere estamparse contra un muro de ladrillo y, suponemos, algún manojo de llaves.
Para evidenciar todavía más la protuberancia del taller, al pie del espolón han pintado una línea amarilla. Quien se estampe que no proteste.
Pero si surrealista es la situación de los conductores, la de los peatones no se queda detrás, porque el paso de cebra ideado para esta calle musical que tanto desentona se encuentra justo delante del cascajo, así que, aunque sea de dirección única, mejor que el peatón asome la cabeza por delante de la cerrajería, no sea que enfile algún vehículo irredento.
Mientras peatones y conductores se juegan el tipo, el PGOU de 2011 ya proclamaba una calle Elgar libre de ataduras y cerrojos. Está por ver si, once años después de su puesta en marcha, nuestro Ayuntamiento, tan proclive al derribo en el Centro, se animará a echar abajo esta excentricidad.
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