Crónicas de la ciudad

Un pecio del extinto Centro en la calle Ramón Franquelo

La fachada del Museo de Arte Flamenco exhibe el mosaico con la tradicional forma de pedir café en Málaga, nacida en el desaparecido Café Central

El panel de cerámica del desaparecido Café Central, en la fachada del museo.

El panel de cerámica del desaparecido Café Central, en la fachada del museo. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

La calle que hoy recuerda al poeta, dramaturgo y concejal Ramón Franquelo antes tuvo un nombre mucho más interesante, el Aventurero, una denominación que ya lucía en la Málaga de 1791 cartografiada por Joseph Carrión de Mula en su famoso plano. 

Por suerte, el enigmático nombre se mantiene en una calle lateral que inicialmente no tenía salida y que a lo largo del XIX terminaría por enlazar con Tomás de Cózar. Así, en los tiempos no tan lejanos en los que la calle Tomás de Cózar era un ‘extrarradio nauseabundo’ dentro del mismo Centro, cruzar esta calle y la continuación era, ciertamente, toda una aventura ‘higiénico-sanitaria', entre otros aspectos. 

La antigua calle Aventurero, la calle Ramón Franquelo, alberga en nuestros días la sede del Museo de Arte Flamenco de la Peña Juan Breva que luce en su fachada algo mucho más que anecdótico y de más importancia de la que parece. 

Porque, del clausurado Café Central, hoy ya sin su tradicional rincón entre la plaza de la Constitución y calle Santa María, al menos ha quedado la huella de su importante paso por Málaga en el precioso mosaico con las clásicas formas de pedir café y el dibujo correspondiente del vaso con los diferentes niveles de esta preciada bebida, a la que el mismísimo Bach le dedicó una divertida cantata. 

El panel de cerámica del desaparecido Café Central.

El panel de cerámica del desaparecido Café Central. / A.V.

Así que ni en el habla tradicional pero tampoco como documento histórico se ha perdido la nube de café, el sombra o el largo, al tiempo que un panel anexo en la parte inferior recuerda que fue José Prado Crespo en 1954, el dueño del Café Central, el creador de esta ingeniosa y perdurable denominación. 

Evoca al autor de estas líneas este precioso cartel cafetero la costumbre en el llamado Comitium de la antigua Roma, un espacio de reunión a cielo abierto con una gran plataforma para los discursos, de colocar en él los extremos curvos de las proas de barcos capturados al enemigo. 

¿Será esta la última pieza que lucirá la fachada del Museo de Arte Flamenco o le seguirán otros ‘pecios’ de la Málaga comercial, hundidos por la imparable e impersonal Málaga de las franquicias?

Aseguraba un experto en turismo hace unos días al firmante, que los turistas buscan en un destino como Málaga ‘autenticidad’.

Si esto es así, la oferta comercial de Centro camina en dirección contraria, así que no es improbable que a modo de nuevos trofeos museísticos, se añadan más recuerdos de tiendas de toda la vida, cerradas por el avance del turismo y el retroceso de quienes daban vida al barrio: sus vecinos.

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