Crónicas de la ciudad
Peligroso apaño en la Travesía del Pintor Nogales
La tierra compacta que sustituyó a una veterana acera en 2016 -trasladada al patio de la Aduana- es ya un peligro para los peatones, porque se deshace a ojos vista
Como saben, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra salvo en Málaga, donde las posibilidades de dar un 'saleazo' se multiplican.
En una ciudad en la que, lamentan muchos colectivos vecinales, los distritos se han vaciado de competencias y sólo sirven para enviar peticiones a las áreas municipales, todo se ralentiza por el papeleo. En muchos casos, además, sólo cuando el propio alcalde comprueba la necesidad o el fallo y manda que se actúe en consecuencia se logra el fin.
Crucemos los dedos para que Paco de la Torre no tenga que comprobar, por su propio pie, el acelerado proceso de desgaste de un producto de dudosa eficacia en la Travesía del Pintor Nogales.
No es la primera vez que esta sección se hace eco de su existencia ni será la última, porque sólo cuando en esta cuesta se abra una especie de fosa de las Marianas, parece que nuestros cargos públicos se percatarán de su ‘metedura de pata’, nunca mejor dicho y pedirán que se arregle a la mayor brevedad posible.
Hablamos además de una travesía monumental, escoltada por la Aduana y la Alcazaba, donde una losa de mármol se pasó descompuesta y sin reparar año y medio, lo que causó traspiés y quién sabe si más de una caída a los cientos de turistas y visitantes que la recorren todos los días, amén de los pocos malagueños que todavía quedan por el Centro.
Y justo en el lateral derecho de la Travesía del Pintor Nogales, mirando hacia calle Císter, se encuentra esa especie de tierra prensada, colocada por alguien poco ducho en pendientes, con motivo de las obras del vecino Museo de Málaga, inaugurado en diciembre de 2016.
La tierra prensada, desecha por las (escasas) lluvias, sustituyó a una antigua acera de piedra verde que algunos señalan que se puso en los años 20 y otros en los 60 del siglo pasado. Dada su valía, hoy se encuentra en el patio de la Aduana.
El paso de los años y de las pocas lluvias han convertido la lengua de tierra prensada en una peligrosa orografía a escala minúscula, sobre todo en la esquina con la calle Guillén Sotelo, donde la tierra ha desaparecido casi por completo y ya se aprecia, desnudo, el tope metálico que trata de contener, en vano, esta chapuza que se deshace a ojos vista.
Así que si estéticamente la solución para esta travesía es mejorable, desde el punto de vista de la ‘sostenibilidad’ de los peatones es una piraña en un bidet.
Hasta que un cargo público no se deje los dientes en este peligroso apaño no veremos una solución. Precaución.
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