Crónicas de la ciudad

Bancos de difícil datación en el Arroyo de los Ángeles

Los arqueólogos tendrán un problema si algún día desentierran estos sobrios bancos que engañan sobre su fecha de llegada a la avenida.

Los bancos, el pasado verano.

Los bancos, el pasado verano. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Ocurrió en septiembre en el yacimiento fenicio del Cerro del Villar. Una arqueóloga estaba desenterrando un objeto. Tras un meticuloso proceso el hallazgo, un probable ungüentario, fue saliendo de una oscuridad de siglos y volvió a ver la luz del sol. 

Estaban asomados viendo este regreso del ungüentario a un mundo soleado -y muy distinto al que dejó- los responsables de la excavación, José Suárez y Bartolomé Mora; el descubridor del yacimiento, Juan Manuel Muñoz Gambero y el catedrático emérito de la UMA Pedro Rodríguez Oliva

Entre ellos fue ver el hallazgo y no tener duda de cuándo fue realizado, siglo arriba o abajo: Se trataba de una obra de estilo helenístico y pudo ser moldeada por un remoto artesano del siglo III-II antes de Cristo. 

El recipiente para ungüentos, saliendo a la luz en septiembre pasado.

El recipiente para ungüentos, saliendo a la luz en septiembre pasado. / A.V.

¿Tendrán la misma certeza los arqueólogos del futuro cuando excaven la Málaga del siglo XXI?, ¿conocerán incluso mejor, gracias al avance de las técnicas, la datación de las piezas? 

Estas reflexiones se las puede hacer todo el que pasee por la avenida del Arroyo de los Ángeles, justo por su arranque, tras dejar atrás la avenida del Doctor Marañón. Porque se topará con una zona de descanso de lo más peculiar por la simpleza de su diseño, de las que no abundan mucho en Málaga. 

Otra vista de los bancos.

Otra vista de los bancos. / A.V.

Se trata de un banco corrido de obra que a su vez lleva incrustados tres respaldos de ¿hierro? y madera un poco inclinados, a modo de los bancos antiguos. De esta manera (o de esta madera), el paseante se sienta en una superficie bien dura y apoya la espalda en un banco tradicional. 

A su vez, los bancos están escoltados por unos maceteros que parecen pebeteros olímpicos. Si alguna vez tuvieron la finalidad de albergar plantas, no era el caso cuando en verano visitó la zona esta sección, pues los maceteros, a juego con el espartano equipamiento, se empleaban como gigantescos ceniceros. 

Uno de los maceteros el pasado verano.

Uno de los maceteros el pasado verano. / A.V.

De cara a los expertos del futuro, para el caso de localizar este sobrio conjunto, jugarán mucho tanto sus conocimientos como los avances con el carbono 14 o cualquier otra técnica de datación, porque cualquiera que en nuestros días viera unos bancos de esta guisa, apostaría lo suyo a que se trataba de equipamientos del siglo pasado, posiblemente de los años 60 o 70 como muy tarde.

Lo llamativo es que no es así. Basta con echar una ojeada al Google Maps para comprobar que no llevan tanto tiempo: en octubre de 2015 no había ni rastro de ellos y ya se encontraban al completo en julio de 2016. 

De ese intervalo es este modelo enemigo del derroche y quizás un poco, del confort. 

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