Vuelven los nidos gigantes de cotorras a la calle Velarde

Un problema sobrevuela Málaga y es, lo han adivinado, el de la superpoblación de cotorras argentinas. Nuestros cargos públicos, hasta la fecha, no dejan de plantear soluciones que no llevan a cabo, salvo actuaciones aisladas cada vez que hay alguna denuncia vecinal. 

Hasta el momento, la única ciudad que ha logrado mantener a raya esta especie invasora y dejarla en un número testimonial ha sido Zaragoza, claro que con carabinas de 5,5 milímetros y con la compañía de dos agentes de Medio Ambiente, en horario de poca presencia ciudadana, ausencia de niños y siempre con el tiro en vertical. La población, según datos del propio ayuntamiento maño, pasó de unos 1.500 cotorras a menos de 20 adultas en 2016.  

A los colectivos ecologistas de Málaga esta medida del tiro limpio les parece una barbaridad y abogan, por ejemplo, por la introducción de parafina en los huevos y de anticonceptivos en los piensos. 

Mientras llega una solución para poner coto a esta plaga, hay que recordar que las cotorras son una fuente inagotable de ruido, además de enfermedades, pero quizás lo más peligroso sea su costumbre de hacer vida como en una comuna hippy. 

Como saben, las cotorras no gustan de viviendas unifamiliares sino que van elaborando con paciencia y tesón unos gigantescos nidos comunales que pueden llegar a pesar 100 kilos. Y aquí está el problema, porque salvo en la Estación Espacial Internacional y sólo en contados momentos, en el resto del planeta Tierra rige la ley de la gravedad con todas sus consecuencias. 

Y estos nidos que pesan lo suyo a veces se caen con todo el equipo si llega una racha de viento importante. 

Por eso, como viene siendo tradición en esta sección, volvemos a darnos una vuelta por la calle Velarde, donde una importante arboleda, en los terrenos del Hospital Civil, concentra desde hace años una importante colonia de cotorras argentinas (pobres pacientes y pobre personal quien las tenga cerca con todo su cotorrerío). 

El caso es que vuelven a apreciarse con toda claridad unos nidos gigantescos en las copas de unos veteranos pinos, algunos de los cuales están fuera del murete del Civil, en plena calle o bien son ejemplares que están dentro pero su copa asoma a la vía pública. 

Y ahora piensen en estos pinos zarandeados por el viento y en un nido de 100 kilos cayendo por su propio peso a la calle. 

¿Falta decir más? Pues ya toca otra actuación, bien sea de la Diputación, del Ayuntamiento o de las dos administraciones. 

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