Opinión | El adarve

El mejor detector de mentiras

La información fluye hoy por doquier a una velocidad de vértigo. Los medios de comunicación y las redes sirven de canales expeditos por los que circulan las noticias. ¿Qué es verdad y qué es mentira en lo que vemos y oímos? Porque la realidad nos llega no tal cual es sino filtrada por informantes y medios no siempre fidedignos. Aún con el deseo de ser fieles a la verdad, es fácil tergiversar lo que sucede. ¿Qué pasará cuando hay una premeditada y elaborada intención de engañar?

Hay que tener las antenas bien colocadas para captar la verdad. Porque algunas veces ella misma se nos presenta camuflando una gran mentira.

Me gusta contar una anécdota que expresa a las mil maravillas lo que estoy queriendo decir. Un obispo inglés va a realizar un viaje pastoral a Manhattan. Los asesores le advierten de que existe una actitud muy sensacionalista ante su viaje. Le informan de que en la sala de autoridades del aeropuerto de llegada tendrá lugar una importante rueda de prensa que ha levantado una gran expectación y a la que se ha citado a la prensa escrita, de radio y de televisión. Le comunican también que, entre los periodistas, existe una manifiesta intención de cazarle en alguna declaración comprometida.

Al llegar al aeropuerto, le conducen a la sala de autoridades en la que todo está preparado para la celebración de la rueda de prensa. A la tradicional prudencia eclesiástica, el prelado añade otra buena dosis de precaución provocada por las advertencias que ha recibido.

Las preguntas se van sucediendo y el obispo va sorteando todas las incisivas y capciosas maniobras de los periodistas de los diversos medios. Uno de los presentes, cronista del periódico de mayor tirada de la ciudad, se despacha con esta pregunta:

- Monseñor, ¿qué opinión le merece la red de burdeles del sur de Manhattan?

El obispo, extremadamente cauto, responde muy tranquilo sin ni siquiera expresar la más mínima opinión.

Ah, pero ¿es que hay burdeles en el sur de Manhattan?

El obispo, que estaba prevenido, no se dejó sorprender y dio su respuesta sin comprometerse un ápice. Al día siguiente, su secretario compró ejemplares del periódico en cuestión. En la portada aparecía una foto en primer plano del obispo, acompañada del siguiente titular:

Primera pregunta del obispo inglés al llegar al aeropuerto: ¿Hay burdeles en el sur de Manhattan?

Era su primera pregunta, efectivamente. El periódico había dicho la verdad. El titular reflejaba fielmente algo que había pasado. A nadie se le oculta que el contexto tergiversa arteramente la verdadera realidad.

Los intereses políticos, comerciales, religiosos, ideológicos y económicos condicionan muchas veces la información que se hace llegar a las personas.

Compartiré con mis lectores y lectoras otra historia que tiene lugar en un barco y en la que se muestra claramente que decir la verdad puede ser un modo de mentir. Un buen día, el segundo de a bordo deja escrito en el cuaderno de bitácora un texto en el que dice que el capitán no puede redactar el diario por encontrarse en un estado de extrema embriaguez. Después de contar todo lo que ha sucedido durante el día de navegación, escribe: Hoy, el capitán se ha emborrachado. Al día siguiente, el capitán, que ya se ha recuperado plenamente, se hace cargo de sus obligaciones y, al finalizar el día, escribe en el mismo cuaderno de bitácora el informe sobre la jornada. Informe que termina con estas sucintas palabras: Hoy el segundo de a bordo no se ha emborrachado.

Era verdad, ese día el segundo de a bordo no había bebido, pero la frase lleva a pensar que lo habitual es que empinara demasiado el codo. Por eso, el no haber bebido ese día se convertía en una noticia. Con esa frase, que era verdad, el capitán había dicho una gran mentira.

Existe hoy una preocupante propensión a difundir fake news con apariencia de verdad. Muchos de los que las fabrican quedan impunes. Da rabia y vergüenza descubrir cómo se han lanzado con la inequívoca intención de engañar. Se elaboran concienzudamente noticias falsas con el deliberado propósito de confundir, de crear un determinado estado de opinión, de promocionar las ideas de un partido político o de desprestigiar a una persona. Vox, partido español de ultraderecha, se ha especializado en esta industria de los bulos.

He escuchado en el excepcional cortometraje de Netflix ‘El dilema de las redes sociales’ que las noticias falsas se propagan a una velocidad seis veces superior que las noticias verdaderas. De algún modo, el sistema privilegia las noticias falsas porque son más rentables para las compañías que las difunden gracias al clickbait. ¿Qué es el clickbait? Es un contenido-gancho, de carácter sensacionalista a menudo, que hace que piques y pases tiempo navegando, consumiendo información suculenta pero con poco valor contrastado. Al fin y al cabo, las fake news, son como la comida basura, te sacian al minuto, sobreestimulan tus neuronas, pero ingieres calorías vacías. Y lo que es peor, a las pocas horas quieres más. Como manifiestan en el documental citado, también conocido como ‘La verdad es aburrida’.

Un bulo mundialmente conocido, alimentado por Donald Trump, fue la acusación de que hubo fraude electoral en las elecciones de los Estados Unidos en las que fue elegido el actual presidente Biden. El bulo dio lugar al estrafalario y antidemocrático asalto al Capitolio.

En España fue famoso el bulo de que el concursante Pablo Díaz iba a hacerse con el bote millonario del programa Pasapalabra el día 25 de febrero. El programa ganó ese día cinco millones de espectadores. Fue una tomadura de pelo a la audiencia.

Durante la pandemia se difundieron muchos bulos referentes a la propagación del virus:

-Tomar limón y hacer gárgaras es una buena forma de prevenir la Covid-19.

- Es conveniente dejar los zapatos fuera de la casa para prevenir el contagio en el hogar.

- Las barbas y los bigotes favorecen la transmisión de la Covid-19.

Esta misma mañana me acaban de enviar un vídeo en el que se explica que en el lugar donde se inyecta la vacuna Pfizer ¡se queda pegado un imán de frigorífico!

José Carlos León, publicitario, experto en marketing social y autor de ‘El Buen Capitalista’, afirma en una entrevista para Boga: «Quiero creer que quien los comparte lo hace por sentirse útil en su comunidad, convencido de que son ciertos. Esa es una de las principales motivaciones ya estudiadas en el Social Media».

Cuando recibimos un whatsapp lo reenviamos sin pararnos a pensar en su verosimilitud. Si es un aviso o una advertencia de fraude, estafa o engaño nos apresuramos a compartirlo con familiares y amigos. Sin pensar en su credibilidad.

Hay algunos criterios que nos pueden ayudar a discernir la verdad o falsedad de una noticia. Hagámonos estas preguntas:

¿Es creíble el contenido?: ¿de verdad se puede creer que tomar agua con limón puede prevenir la transmisión del virus?

¿Quién es la fuente?: ¿merece confianza la persona que nos lo envía?

¿A quién perjudica o beneficia el comentario?: ¿quiénes salen ganando si lo creemos?

¿Estás bien informado sobre el asunto?: ¿qué datos tenemos sobre la cuestión?

Un último criterio que los resume y condensa a todos: antes de compartir, es necesario pensar.

El 17 de marzo de 2020 el Ministerio del Interior de España publicó un amplio informe titulado ‘Fake news y desinformaciones sobre el virus Covid-19 en fuentes abiertas’. Una interesante contribución para purificar el ambiente informativo sobre la pandemia.

La educación es el camino que nos facilita las herramientas para aprender a pensar. Como dice Paulo Freire, la educación consiste en pasar de una mentalidad ingenua a una mentalidad crítica. La educación nos ayuda a pensar, a discernir, a analizar, a criticar, a no chuparnos el dedo. La educación es el mejor detector de mentiras. Y nos ayuda a descubrir los hilos ocultos que mueven la realidad. Hilos que no tiende el azar ni la divinidad sino los intereses de los poderosos. La educación, por otra parte, no solo ayuda a descubrir los hilos sino a romperlos cuando se convierten en ataduras para la libertad y la justicia.