Opinión | Carta al director

José Becerra

Ronda homenajea a sus sanitarios

«Obras son amores y no buenas razones», reza la sentencia que hacemos nuestra cuando se quiere plasmar el agradecimiento a quienes de una u otra forma nos tienden la mano en los difíciles trances que nos toca atravesar a lo largo de nuestra existencia. Puede que sea lo que han pensado quienes mueven los hilos del Ayuntamiento de Ronda para expresar su gratitud a los sanitarios que se han esforzado, aún a riego de poner en peligro sus vidas, para hacernos más llevaderos los zarpazos del virus que no se detiene ante nada ni ante nadie para hacerles morder el polvo.

El Consistorio rondeño no ha tenido por menos que agradecer a quienes han permanecido al pie del cañón atendiendo a quienes fueron víctimas propiciatorias de la Covid-19 elevando un monumento en la entrada de la ciudad como mudo pero elocuente agradecimiento a aquellos que en primera línea han luchado contra el virus exponiendo sus vidas en tan fatídica encrucijada. Hay que agradecer a Unicaja que haya facilitado los medios económicos necesarios para que la escultura de un corazón monumental en el que se enmarca la figura de una cruz venga a ser el paradigma que entraña la vocación y entrega de cuantos permanecieron en primera línea para acoger a quienes sufrieron los zarpazos del mortal bacilo que vino con las negras intenciones de acabar con sus vidas.

Podrá contemplarse el monumento tanto en horas diurnas como nocturnas, como perenne agradecimiento a quienes se entregaron en cuerpo y alma a redimir a cuantos sufrieron en sus carnes los zarpazos del enemigo común, ese que vino a segar existencias o hacerles permanecer en vilo en hospitales, subyugados por su impronta maléfica. Un arduo y peligroso trabajo en pro de la vida de los demás, que la alcaldesa, María de la Paz Fernández, no ha tenido por menos que poner en relieve, destacando la entrega de estos profesionales en cuerpo y alma para atender a quienes sufrieron el flagelo del virus y poner sus vidas contra las cuerdas.

El reconocimiento a la labor de servicio y entrega de los profesionales de la medicina rondeña no se ha hecho esperar. Era lo justo y más indicado, después que se dejaran la piel en centros hospitalarios para atender sin cortapisas a las víctimas del virus, abocados a recibir los perentorios cuidados en los dispensarios de la localidad.

Ahora, sabedores de este nuevo desasosiego que nos abate, se nos antoja que vivimos en otro mundo, y que cualquiera otra cosa que no sea enfrentarnos con la tozuda realidad del enemigo común que no se bate en retirada, no parece que nos entrañe preocupación. Asimismo, todos experimentamos idéntica preocupación por la exacerbación del malhadado virus; en eso todos vamos a una sea cual sea nuestra condición social. Todos somos tripulantes del mismo barco; a todos nos atañe surcar ese encabritado mar de los sargazos por el que navega España y el mundo entero en busca del faro que venga ponernos cerca de tierra firme y a salvo de la tormenta que la zarandea a placer. En Ronda se ha sabido hacer frente al cataclismo originado por la enfermedad.

Compungidos y amilanados, así nos toca ahora permanecer hasta que la beatifica vacuna venga a desterrar la fatídica ponzoña de la faz de la Tierra. Mientras tanto, justo es reconocer que los sanitarios se están dejando la piel en su afán de contrarrestar los efectos malignos de la ponzoña, esa que se ceba sin contemplaciones en parte de la ciudadanía rondeña y del resto de los pueblos colindantes. El homenaje no podría ser más justo, merecido y oportuno.